«El problema de lo público es que los ciudadanos piensan que es gratis y los políticos que es suyo». Esta especie de aforismo fácil que circula por la Red sirve para mostrar los grandes límites culturales que afrontan las Administraciones Públicas en su proceso de cambio. (Jordi Graells, ideólogo de Gobierno Abierto, Generalitat de Cataluña)
Las Administraciones Públicas recomiendan a las empresas que sean innovadoras, las motivan y subvencionan con esta finalidad, pero a las propias instituciones les cuesta mucho innovar… salvo honrosas excepciones (“islas de modernidad”), como son la Agencia Tributaria del Ayuntamiento de Murcia (AMT Conecta) o la Unidad Aceleradora de Inversiones (UNAI) del Gobierno Regional, por citar ejemplos cercanos de buenas prácticas.
Desde hace tiempo venimos manejando vocablos como reformar, reinventar, modernizar, digitalizar o transformar, aplicados al cambio que deben experimentar las vetustas Administraciones Públicas para adquirir la flexibilidad que les permita adaptarse continuamente a una sociedad de ritmo vertiginoso, un entorno muy diferente para el que fueron diseñadas.
Personalmente, prefiero usar la palabra transformación para designar este proceso disruptivo que deben abordar las instituciones para convertirse en Administraciones Abiertas, centradas en los ciudadanos, marcando un antes y un después en el modelo de servicios públicos vigente, cuyo esquema de funcionamiento básico no ha cambiado desde Weber.
El concepto de Administración Abierta aglutina, superándolos, a los de modernización –mejora de la gestión interna-, Administración electrónica – trámites a través de Internet- e incluso al de innovación pública. Situar al ciudadano en el centro de sus actuaciones es un objetivo que se enuncia en una línea pero tiene un profundo potencial transformador de la sociedad.
El lema “Ya que tú pagas, tú mandas”, acuñado por la AMT , remarca una afirmación evidente pero con la que ninguna de las partes parece que acabamos de ser consecuentes: la razón de ser de las Administraciones Públicas es servir a los ciudadanos, que somos los que las financiamos, y por lo tanto, nuestros intereses deberían prevalecer sobre todos los demás.
En eso consiste, en mi opinión, la verdadera esencia de la defensa de “lo público”, es decir, en lo que más convenga a los ciudadanos. Se trataría por tanto de aplicar algunos principios básicos, recogidos magistralmente por David Rey, que deben regir el funcionamiento de las Administraciones Abiertas:
Nagore de los Ríos nos cuenta, en este vídeo, con su expresividad y amenidad características, como se gestó el proceso de apertura del Gobierno Vasco, pionero en nuestro país en esta materia con su portal IREKIA.
El caso de transformación de una Administración Pública que más me ha llamado la atención, anticipándose a lo que se entiende como Gobierno Abierto, ha sido el abordado por el Gobierno de Suecia, por la valentía de cuestionarse sin prejuicios aspectos considerados intocables en el ámbito de las decimonónicas instituciones públicas y por el calado de las innovaciones estructurales realizadas.
Para mí, es difícil hallar un proceso de innovación pública de tanto alcance y trascendencia. Me ocuparé de él monográficamente en el próximo post. Como aperitivo, adelantaré sus líneas maestras: