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Juan José Ríos

La i de innovación

Tiempos modernos, Gobiernos Abiertos

«El problema de lo público es que los ciudadanos piensan que es gratis y los políticos que es suyo». Esta especie de aforismo fácil que circula por la Red sirve para mostrar los grandes límites culturales que afrontan las Administraciones Públicas en su proceso de cambio. (Jordi Graells, ideólogo de Gobierno Abierto, Generalitat de Cataluña)


Las Administraciones Públicas recomiendan a las empresas que sean innovadoras, las motivan y subvencionan con esta finalidad, pero a las propias instituciones les cuesta mucho innovar… salvo honrosas excepciones (“islas de modernidad”), como son la Agencia Tributaria del Ayuntamiento de Murcia (AMT Conecta) o la Unidad Aceleradora de Inversiones (UNAI) del Gobierno Regional, por citar ejemplos cercanos de buenas prácticas.

Desde hace tiempo venimos manejando  vocablos como reformar,  reinventar, modernizar, digitalizar o transformar,  aplicados al cambio que deben experimentar las vetustas Administraciones Públicas para adquirir la flexibilidad que les permita adaptarse continuamente a una sociedad de ritmo vertiginoso, un entorno muy diferente para el que fueron diseñadas.

 Personalmente, prefiero usar  la palabra transformación para designar  este proceso disruptivo que deben abordar las instituciones para convertirse en Administraciones Abiertas,  centradas en los ciudadanos,  marcando  un antes y un después en el modelo de servicios públicos vigente, cuyo esquema de funcionamiento básico no ha cambiado desde Weber.

El concepto de Administración Abierta aglutina, superándolos,  a los de modernización –mejora de la gestión interna-, Administración electrónica – trámites a través de Internet-  e incluso al de innovación pública.  Situar al ciudadano en el centro de sus actuaciones es un objetivo que se enuncia en una línea pero tiene un profundo potencial transformador de la sociedad.

El lema “Ya que tú pagas, tú mandas”,  acuñado por la AMT , remarca una afirmación evidente pero con la que ninguna de las partes parece que acabamos de ser consecuentes: la razón de ser de las Administraciones Públicas es servir a los ciudadanos, que somos los que las financiamos, y por lo tanto, nuestros intereses deberían prevalecer sobre todos los demás.

En eso consiste, en mi opinión, la verdadera esencia de la defensa de “lo público”, es decir, en lo que más convenga a los ciudadanos.   Se trataría por tanto de aplicar algunos principios básicos, recogidos magistralmente por David Rey,  que deben regir el funcionamiento de las Administraciones Abiertas:

  •  Anteponer el interés general de los ciudadanos a los particulares de los partidos políticos, los cuerpos funcionariales, los sindicatos, los lobbies empresariales y demás grupos de presión.
  • Compartir recursos y conocimientos tanto interna como externamente con otras instituciones públicas y privadas en aras de la eficiencia, para aportar mayor valor social y ofrecer servicios integrados, sin las típicas costuras originadas por la visión fragmentada de algunos trámites dependientes de varias instancias administrativas , como los de nacimiento, defunción, cambio de domicilio, etc.
  • Comunicar todo lo que decide y hace de forma entendible por los ciudadanos, ser legible. No se puede trasladar a los ciudadanos la complejidad de las Administraciones Públicas que deben esforzarse por ser inteligibles, empezando por clarificar el lenguaje administrativo.
  • Conversar (utilizando el argot de las redes sociales) con la ciudadanía, promoviendo su participación activa y teniendo en cuenta su opinión en la toma de decisiones sobre los asuntos públicos.
  • Liberar los datos públicos (Open Data)

Nagore de los Ríos nos cuenta, en este vídeo, con su expresividad y amenidad características, como se gestó el proceso de apertura del Gobierno Vasco, pionero en nuestro país en esta materia con su portal IREKIA.


El caso de transformación de una Administración Pública que más me  ha llamado la atención, anticipándose a lo que se entiende como Gobierno Abierto,   ha sido el abordado por el Gobierno de Suecia,  por la valentía de cuestionarse sin prejuicios aspectos considerados intocables  en el ámbito de las decimonónicas instituciones públicas y por el calado de las innovaciones estructurales realizadas.

Para mí, es difícil hallar un proceso de  innovación pública de tanto alcance y trascendencia. Me ocuparé de él monográficamente en el próximo post. Como aperitivo, adelantaré sus líneas maestras:

  • Pasar de la gestión pública a la responsabilidad pública
  • Romper el monopolio público en la prestación de servicios
  • Reemplazar la asignación administrativa por la libre elección y el empoderamiento ciudadano.

 

 

 

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Sobre el autor

Si tuviera que definirme en pocas palabras diría que me considero catalizador, promotor de cambios. Dentro de un espíritu inquieto y de sana rebeldía, me gusta definir las actuaciones dentro de un marco que las dote de coherencia. Me importa mucho el entendimiento personal. Mi mundo, hasta los 26 años, se ceñía exclusivamente al ámbito educativo. Estudié Matemáticas y la salida inmediata era la enseñanza. Nunca pensé que podría dedicarme a algo diferente. Me tocó vivir la eclosión de los ordenadores personales de la década de los 80. Empezaron a dotarse los centros educativos de PC ́s. Fui uno de los profesores de Informática de este primera ola. En esta época, junto a un amigo, adquirí mi primer ordenador personal (carísimo) para uso empresarial. Empecé a conocer el mundo de la empresa. En la década de los 90, me cautivó el Informe Bangemann, como marco inspirador de la Sociedad de la Información. De la mano de Juan Bernal, Consejero de Economía y Hacienda, fui Director General de Informática de la Comunidad de Murcia. Fue una etapa apasionante y creativa donde abordamos proyectos como la Red Corporativa de Banda Ancha, la adaptación al euro y el año 2000, la implantación de SAP o la realización de uno de los primeros proyectos de ciudad digital de nuestro país (Ciezanet). Compaginé, durante muchos años, la docencia con el desempeño de puestos de responsabilidad en empresas regionales del sector TIC. En 2009, como profesor, puse en marcha un proyecto innovador cuyo objetivo fundamental era comprometer a los padres en la mejora del rendimiento educativo de sus hijos (proyecto COMPAH). Empecé a familiarizarme con el mundo 2.0 y a emplear estos recursos en mis clases. Como admirador de Morris Kline, soy un amante de las aplicaciones de las Matemáticas al mundo real como elemento motivador de su estudio por parte de los alumnos. Mi primer contacto con las metodologías de la innovación (Design Thinking) se produjo en 2010, de la mano de un consultor, Xavi Camps, que me hizo ver que la creatividad y la innovación son la base de la prosperidad de las organizaciones y que estos atributos se pueden entrenar y perfeccionar. Desde entonces, soy un apasionado de la innovación como concepto transversal. Creo profundamente en la innovación pública. Las instituciones no pueden seguir funcionando casi como en el siglo XIX. Deben transformarse, en el contexto del paradigma de Gobierno Abierto, para convertirse en organizaciones centradas en los ciudadanos, transparentes, sostenibles, eficientes, ligeras y facilitadoras de la actividad empresarial y de la creación de empleo de la mano de iniciativas como el Open Data. Como ciudadano me preocupa especialmente la sostenibilidad de la sanidad pública, y de las pensiones, ahora que voy viendo cada vez más de cerca la edad de la jubilación. No sé contar chistes pero me divierte el humor surrealista y los juegos de palabras, que a menudo sufren familiares y amigos. He trabajado como asesor de innovación en la CARM (2012-2016). Actualmente he vuelto a mis clases en el IES Alfonso X El Sabio, soy Director Adjunto de la Cátedra Internacional de Innovación de la UCAM y participo en un proyecto empresarial.


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