La educación pasa por esta limitación que encaja los posibles movimientos, aunque a la vez habrá que revalidar esfuerzos y poner cada cosa en su sitio. Este hecho, sin duda, nos tiene que llevar a todos los responsables educativos y a los gobernantes en particular a apostar más que nunca por la formación sin reservas, con firmeza y decisión. En este sentido, el Ministerio de Educación tendrá que seguir en la brecha, no bajar la guardia de aquel pacto educativo iniciado y reformulado, para sacar fuerzas e impulsar la formación para que cada vez más sea una apuesta cierta y segura que nos lleve a paliar los efectos de esta sequía laboral que padecemos. No se puede bajar la guardia ante el fracaso en la cualificación, el abandono en la ESO, la orientación educativa del alumnado, los recursos humanos y docentes en los centros, las instalaciones y aulas que acogen a los alumnos y el desarrollo de innovaciones en los centros. Una vez más habrá que apostar por encajar esas asignaturas pendientes que arrastramos en la enseñanza, y ver cómo hay que ir arreglando las goteras que tenemos, para poder superar los problemas que nos llegarán en este otoño incierto.
En este sentido la educación nos tiene que preocupar. No se debe abandonar a la suerte de los poderosos, de los minifundistas o de determinados intereses. En estos momentos habrá que apostar por establecer pactos y diálogos que nos lleven a concretar propuestas, analizar la realidad y dar prioridad a lo más importante, sin perder el norte y conectando con los intereses de los ciudadanos, a nivel nacional, regional, local y en los centros educativos. Para salir de la crisis necesitamos más y mejor educación, no lo olvidemos.