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Javier Ballesta

Acuse de recibo

Más liturgia que contenido

La semana del cara a cara Rajoy-Rubalcaba está dando mucho que hablar entre los partidarios de los candidatos dispuestos a pelear el voto y a sumar votantes, aunque no está nada claro que esta fórmula sea la más eficaz para conseguir puntos en una campaña electoral, donde sabemos que cada cual enciende la vela al santo que profesa.
La opción elegida del debate para dos es un error se mire como se mire, pues pone todo su acento ante dos personajes reconocidos, con sus circunstancias telegénicas, mientras que siempre es mucho mejor situarse ante una mesa de varios; en este caso el número sí importa, y mucho más si es para coloquiar, para tener una amplitud de mira. De ahí que debatir supondría contar con más y diversos representantes de otros partidos que también deberían estar y responder ante los problemas.
De este modo, el debate del pasado lunes, desde la forma y cómo se procedió, así como el modo elegido para amplificarlo por todos los medios nos ha dado mucha redundancia visual y es copia de aquellos eventos y escenificaciones propias como son las retransmisiones deportivas, los previos y seguimiento del día de elecciones y todo aquello que se asemeja a sacar rentabilidad a un consumo de audiencias que a otro tipo de resultados más constructivos. El formato elegido por la televisión pública, una vez más, de gran despliegue informativo y seguimiento en cascada desde diferentes programas y tiempos, llenando más de cuatro horas entre emisión en directo y tertulias creo que rebasa los límites de mesura a los que tendríamos que estar acostumbrados.
Sin embargo, ante el producto ofertado, por lo que vimos, tuve la sensación de ver más de lo mismo de otros años, la misma liturgia, la entrada del candidato, la salida, el equipo de periodistas, asesores, la nube de fotógrafos, toda una corte rodeando al líder, al oponente… el culto al individualismo, al presidencialismo y el recuerdo a esa España nuestra dicotómica, de vencedores y vencidos, en blanco y negro que ha sustituido la política por la demoscopia.
Y es que, aunque queramos imitar a franceses y americanos, en este país nuestro debatir no es un formato por el que se haya apostado desde el poder, ni desde los representantes políticos. En la televisión sabemos que escasean los debates sociales, culturales, políticos, económicos desde lo plural.
Estamos acostumbrados a ver siempre dicotomías, los de un bando y otro, nunca se abre el abanico a más grupos, individuos y personas que no son de unos, ni de otros. La cultura, la tradición y el apego a una manipulación dirigida nos hace ver como extraordinario aquello que debería ser mucho más normal, habitual, como pasa en otros países vecinos donde se monta un debate para hablar de los problemas reales. Al final este debate encorsetado no dio respuesta a los angustiados por el paro, quienes se preguntan ¿pero qué va a pasar con mi vida?

El blog de Javier Ballesta

Sobre el autor

Articulista de Opinión del diario La Verdad. Profesor de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia. @javier_ballesta


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