Vivimos expectantes ante el incierto movimiento económico que nos rodea y pensamos, algunos más que otros sin duda, lo que nos puede llegar en los días venideros mientras nos vienen imágenes, noticias y comentarios de lo que les pasa a nuestros países vecinos.
Ahora, aquí mientras se cuestiona nuestra España constitucional por los cuatro costados, los asuntos internos o de palacio, al parecer quedan disimulados o postergados, ante lo que nos viene de fuera; de ahí que parezca mentira que si hace tan sólo unas semanas se debatía con radicalidad y fuerza sobre el liderazgo de Rubalcaba o Rajoy, en estos momentos comprobamos, con cierta empatía inimaginable hace semanas, cómo los cabeza de lista suavizan sus diferencias, mientras esperan vigilantes ante lo que se cuece en esta semana crucial europea de toma de decisiones económicas, donde algunos tendrán que bailar el último vals o el primero, de una nueva etapa nada certera y cargada de interrogantes.
Así son las cosas y las noticias recibidas nos sorprenden cuando introducen un nuevo registro que se sale del guión, como el ocurrido en la reciente rueda de prensa del nuevo gobierno italiano, donde la ministra Fornero que no quiso llorar, al final tuvo que dejar salir de su interior la honda emoción que le ahogaba y saltaron las lágrimas ante las cámaras. Ese gesto de dolor, de impotencia, de no poder oponerse a un vaticinio, muestran la sinceridad, los sentimientos y trazan una frontera visible en el discurso político entre la razón y la emoción…
En muchas ocasiones, en la vida corriente y en política aún más, nos afanamos por lanzar discursos agresivos, fríos y distantes, intentamos ensombrecer nuestros sentimientos, acallar emociones, nos volvemos protocolarios, estrictos, formales y calculadores…y, sin embargo no se debe perder de vista que todos, muchos más de lo que pensamos tenemos que cambiar el chip, girar la imagen, retomar la vista atrás y dejar de creer que todo está prediseñado, planificado, técnicamente resuelto. Cada vez más lo inimaginable puede hacerse notar, salir de adentro y sorprendernos, romper, estallar, hacer mella y demostrarnos que tiene su valor, su gran importancia. Por eso el discurso de esta mujer, ministra, Elsa Fornero, catedrática de Economía Política de la Universidad de Piamonte, fundadora del CERP (centro de investigación europeo en políticas de pensiones y seguridad social), una gran profesional que ahora aterriza en política, es el rostro sincero de alguien que tiene que lanzar al resto de sus ciudadanos una palabra de vértigo, la de pedir sacrificios a los que verán achicarse su corta pensión, cuando los años caen y acechan los males.
Algunos dicen que las lágrimas de la ministra son las de la credibilidad, para mí son el ejemplo de la realidad, de la diferencia entre la teoría y la práctica, entre lo que se sabe y lo que nos sorprende, nos desborda y nos hace sentir que los problemas existen y tenemos que compartirlos con los demás, en vivo y en directo, fuera de protocolos, como la vida misma.