Ahora que ya hemos iniciado este duro año , donde tendremos que resurgir de nuevo florecen ideas y propuestas que intentan remover la inercia y poner en funcionamiento nuevos recursos que hagan intensificar y mejorar aquellas propuestas que tenemos por esta región. En este sentido, no viene mal que nuestros políticos tengan ocurrencias, propuestas y presenten sus ideas, aunque también hay que decir que en muchas ocasiones algunos se tiran a la plaza pública sin revisar su valor y la eficacia de las mismas, suponiendo que como la vida es bella y que todo vale para azuzar hay que dejarse llevar por el diseño rompedor, lo snob, aquello que se salga del cuadro y así, alejados del mundanal ruido, todo parezca original, especial, casi inimitable…el problema surge cuando la realidad nos dice que eso no funciona y que son muchos los cuartos que se gastan en tantas ideas cruzadas que despistan y poco hacen a favor de esta región que pide con urgencia, ocupar su lugar en este territorio nacional que nos corta las alas y nos tiene medio encogidos por los cuatro costados, aunque los vecinos tengan el mismo color político, porque a la postre son vendedores también de sus productos, de sus mares, de sus sueños dorados y de sus interiorismos remozados.
Esta semana el consejero Cruz junto a los alcaldes de Cartagena y San Javier, presentaron una campaña denominada “Microclima de felicidad”, donde se quiere vender La Manga y el Mar Menor, como una oportunidad micro, sustentada en lo excepcional de la laguna, el rincón, el oasis, y con la felicidad por ese estado de bienestar, de calor y luz que hace que el personal venga a estar bien, caliente en invierno, con buena temperatura para sentirse en forma y fomentar el paseo cultural y los atardeceres… la campaña, rompedora o no, ya se verá, sobre la venta de la felicidad asociado al microclima del Mar Menor, puede ser que triunfe si, además de reinventar la metateoría del sol, la luz, el relax y su asociación con los estados de bienestar, encaja en un proyecto real que funcione entre las localidades implicadas y que se traduzca en todo lo que conlleva el valor añadido del turista que ve en estos lugares un verdadero punto de encuentro, de realidad bien orquestada, donde los servicios recibidos y su precio se adaptan al bolsillo, por encima de sentirse bien querido, acogido y emocionado en estos parajes.
Y es así, desde el aterrizaje y la realidad, como tendremos que encarar esta falta de felicidad regional que padecemos, sin olvidar que también hay que relacionar lo micro con lo macro, lo transversal de este escenario regional donde queda tanto por alcanzar, mejorar y conseguir para que podamos encontrar nuevas oportunidades, ideas y apostar más allá del clima, del sol y de la playa, para conseguir mejores avances sociales, educativos y culturales que son, en definitiva, la mejor campaña para identificar el valor de lo regional y subir algún peldaño de autoestima que tanto necesitamos.