El castigo de la crisis económica y los ecos del descontento generalizado de los ciudadanos se deja notar en la calle, entre la gente que pasa, entre aquellos que se ahogan en el silencio del dolor y en los que superviven entre el malestar que cada día nos despierta y nos deja inmóviles, mientras los políticos siguen dándose plazos, tiempos y hacen sus diagnósticos, sus números, sus maniobras para conllevar lo establecido, los acuerdos, los pactos, las sumisiones y la combinatoria de ajustes, la que les mandan y la que les dicen por encima de lo que debiera ser.
Y pasamos el 14-N, la huelga general, aunque nos parece que hace una eternidad, fue la pasada semana y todavía tengo en la recámara imágenes de ira, de tensión, de forcejeos, de duros momentos para aquellos que creen en la justicia y defienden a los débiles…han pasado pocos días y todo sigue su camino, y la vida sigue… siguen los problemas y cada vez más descontento, seriedad en los rostros, preocupación, silencios.
Y seguimos viendo cómo se tuercen los planes y no se mejoran los síntomas, ni aparecen recetas que vaticinen la mejoría de los problemas sociales y educativos, porque la economía es la que manda y los gestos van a que se cumplan los presagios, mientras los sentimientos se ahogan entre las cuerdas de las macrotendencias que son las que nos gobiernan, por encima de la razón del sentido común y de la apuesta decidida y clara por la mayoría que sufre, siente el dolor y vive entre la confusión, la angustia y el miedo a la incertidumbre.
Me preocupa ver cómo lo fundamental, lo básico, lo que tiene que ser atajado se va dejando marchitar, algo así como que vayamos pasando mientras el personal no se subleve, no se alce y ocurra lo desagradable, la consigna del aguante, de ir resistiendo…y me vienen a la mente muchas escenas, situaciones, ejemplos que veo en las cuatro esquinas cuando me fijo en los cajeros automáticos repletos de parejas de transeúntes hacinados que duermen, mientras la ciudad bosteza; en las largas colas de personas que esperan en los comedores sociales al abrigo de un plazo de guiso del que sea, pero que les caliente el estómago para sobrevivir mientras callan aguardando su turno de espera, su momento, mientras cae el día entre la monotonía y la rutina de siempre. Son héroes del silencio, supervivientes sin culpa de una injusticia impuesta por los egoístas del sistema, por los grandes de los grandes, por aquellos que engordaron aprovechándose de los privilegios y engrandeciéndose a costa de todo.
Y algunos pensaran que tendremos más de lo mismo o aquello que también se oye del que “mientras no me toque” otro efecto que está haciendo que algunos se vuelvan indiferentes, insolidarios y se encierren en su caparazón; mientras tanto otros lucharán y seguirán luchando por los que están en la cuneta, al borde del camino, porque hay razones para salir del fango y levantar el vuelo.
/ Acuse de recibo / 29, 11, 2012/Javier Ballesta / Twitter: Javier_ballesta