Somos muchos los que sentimos cómo en esos tiempos de cólera y de contención, donde la mirada se esconde entre la tempestad y el tinte resignado, las palabras pueden servir para mucho, más aún si se pronuncian desde el gesto, el ejemplo, la práctica convencida y comprometida, sin esperar grandes revoluciones porque la verdadera revolución surge del interior, de la sencillez, del acercamiento, de la horizontalidad…
En algún momento inesperado , mediante cualquier medio de los muchos que tenemos a la mano, surgen voces vivas que levantan las palabras escritas, dicen sin herir y llaman a las puertas de las conciencias apagadas, rompiendo rencores e indiferencias, dejando que pase un rayo de luz entre el resquicio de la puerta, dando aliento y vida a esos interrogantes que nos inquietan, que no nos hacen sentir la serenidad porque nuestra mente está llena de dudas y el corazón gime de impotencia…
Y sentimos que las palabras nos hablan al oído y escuchamos su fuerza en el silencio, nos traen la brisa reparadora de la esperanza, la que nos dejan estos juglares comprometidos que se levantan contra los poderosos, que recogen los sufrimientos de muchos y siguen al borde del camino sin abandonar, siempre dando, sin dejar de dar y haciéndonos soñar mientras creen en que es posible el cambio, salir del agujero,…
Hace unos días recibí un correo electrónico de Emilio Soriano, en el que nos remitía un texto bello, comprometido y soñador que el pasado domingo escribió Joaquín Sánchez, un artículo que lo tituló Murcia soñada, un articulo que escribió para el 25 aniversario del periódico La Opinión, donde es habitual colaborador, en él dice mucho y bien, pero me encanta porque deja un latir valiente y generoso que lo hace sinceramente suyo, como siempre por su mensaje y por su fuerza…
Y es que necesitamos palabras y voces que nos levanten el alma, que nos hablen al corazón sin prisas, sin órdenes, ni recados…¡Cuánto bueno escribe Joaquín y mucho más cuánto bien hace en su lucha diaria… dice, así:
Creo que los sueños son posibles porque nuestra gente es buena, tiene bondad y es capaz de hacer gestos preciosos, como lo está demostrando en estos momentos complicados y difíciles. Los sueños no son quimeras, sino que hay que convertirlos en retos de futuro y de esperanza…
Y concluye, con una pregunta… ¿Lo intentamos?