Al parecer esta palabreja, un anglicismo que como tantos se nos ha colado por la puerta falsa, viene a significar la relación entre elementos tales que, para uno o varios criterios, el primero de ellos presenta un valor superior al segundo, este a su vez mayor que el tercero y así sucesivamente, permitiéndose que dos o más elementos diferentes puedan tener la misma posición. El orden de mayor a menor hace, de forma directa y sin más que el ojo se pare de frente y sin disimulo ante el número obtenido y el puesto que representa, para de forma directa valorar, subrayar o reconocer que se está en ese puesto. Algo así, como cuando buscamos en la lista de la lotería nacional los décimos y su cantidad, esperando que nuestro número se encuentre entre los premiados. De ahí que estar en un buen puesto puede tener cierto “pedigrí” que se convierte más en un punto a tener en cuenta, más por ser comentado o valorado visiblemente por la puntuación obtenida, pero que dudo que sea motivo de elección o selección expresa e intencionada por parte de la familia de futuros escolares. Hay otros y muchos criterios para elegir un centro.
Y es que llevamos, en los últimos tiempos un encantamiento con esto de estar en lo alto, en los mejores puestos, en el ranking de lo que sea, entre los 100 mejores… Y, lo siento, pero me niego a creer que, por ejemplo tal centro o aquel, tal universidad o aquella sea mejor por estar en un orden previamente diseñado y organizado.
A mi corto entender, no está nada mal que se hagan pruebas de diagnóstico, para ver los resultados, pero con prudencia y valorando si merece la pena la publicación de estos listados, porque no creo que sea un modo positivo para generar un efecto compensador y rentable que venga a mejorar la calidad de la educación pública y a explicar que ese centro sea mejor o peor que es, en definitiva lo que a la gente le queda. Ya lo decía el pasado año, durante su comparecencia en calidad de experto en el Congreso de los Diputados, Andreas Schleicher, coordinador del Informe PISA de la OCDE, de que el sistema de ranking que va a establecer la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) puede ser perjudicial para los centros escolares. En su opinión, afirmaba que “estos no son buenos” y, si se hacen, apostillaba, hay que tener cuidado con su diseño porque hay que garantizar que sean justos. La lección aprendida de diferentes países es que hay que tener cuidado en cómo se diseñan y se ponen en práctica esos listados. Si de lo que se trata es de mejorar y cambiar los malos resultados habrá que hacerlo con un análisis más sensato sobre qué es lo que pasa en cada centro educativo, para ayudarle a mejorar, a superar barreras, a compensar desigualdades, sin duda todo un reto.