El pasado lunes, cuando muchos andaban de puente merodeando por los rincones de esta España nuestra, el profesor Marina entregaba en el Ministerio de Educación su Libro Blanco sobre la Profesión Docente, un encargo que a dedo le había propuesto el nuevo ministro recién llegado a la casa. Lo de Blanco, no tiene nada que ver con el color de la portada, más quizás por la semejanza a lo de borrador, propuesta, algo así como un conjunto de ideas para ser ampliadas o concretadas, cuando el tiempo lo permita claro está porque ahora con la que está cayendo me temo que por mucho Libro, de cualquier color, tendrá poca aceptación para su lectura en estos días previos a un país que tiene una cita importante en las urnas y que están cada vez más cercanas. Creo que no son tiempos, ni momentos para poner a este país con un libreto pedagógico cargado de ideas, sin dudas beneficiosas imagino, para levantar la monotonía que nos envuelve desde hace largos años.
La propuesta del filósofo José Antonio Marina, aunque sea clarificadora en alguno de sus puntos, llega en malas fechas y no creo que sea el procedimiento adecuado para cubrir el vacío que sobre este asunto tenemos en la política educativa que estamos sufriendo. Creo recordar que la propuesta anterior, la del estatuto docente de 2007 que estuvo más cerca del éxito y se quedó en la cuneta aparcada porque Hacienda consideró que se apartaba de sus presupuestos, estaba mucho más consensuada y ajustada a las necesidades. Ahora, cuando llueve sobre mojado y en plena tormenta electoral, donde las cabezas están más en saber si habrá vuelta de tuerca y la clave es si emergen o no nuevas voces, amén de las alianzas y confabulaciones que puedan darse o nos sorprendan creo, en mi modesta opinión que no está el horno para bollos, o lo que es lo mismo que hasta que no pase el 20-D adelantar, poner el turbo o lanzarse a decir, con tintes personalistas tiene poco que hacer hasta que no sepamos qué color tendrá el nuevo Gobierno y cuál será, entonces por derivación su encaje de bolillos, para ver si la educación será un tema de estado, o la dejaremos que siga siendo de segundo orden.
No obstante hay que felicitarse porque, de nuevo salga la educación a la calle, se hable de ella, de sus docentes, de evaluarlos, de ver como se enseña y de cambia…, y entiendo que siempre para mejorar la formación de los ciudadanos. Por ello, es de alabar que Marina quiera convertir a los profesores, dice en una “profesión de élite” ¿de verdad? Mucho me temo que habrá que pactar en cambiar el chip de muchos que siguen viendo a banqueros, empresarios, futbolistas, cantantes de lo que sea, masterchefs mediáticos, o políticos emergentes y añejos como los vertebradores de este país que valoran lo contante y lo sonante. ¡Menuda historia! Esperemos que hablen los votos para seguir con ello, por ahora mejor aplazarlo y madurar las ideas, para seguir con el intento.