Un año más nos encontramos, casi sin darnos cuenta, con una nueva Navidad que se presenta delante de nosotros. Como suele pasar con su llegada el anuncio viene de lejos, un mensaje polifónico, matizado por esa visión que se nos presenta asociada al reclamo consumista y publicitario, como si se tratara de llenarnos los ojos, los oídos y el pensamiento con un deseo impulsivo de adelantarnos a cien por hora, más allá de lo que debería ser y, en ocasiones, la confusión nos aleja del verdadero sentido. Y es que nos pasamos los días y las semanas comprando, en algunos casos siendo víctimas de un consumo masivo y descarado que se impone bajo el pretexto navideño. Al parecer son los signos de los tiempos, es el triunfo del pensamiento único, el teledirigido que nos lleva de la mano y nos cerca.
A más de uno se le pasará por la mente la sensación aquella de que estamos sufriendo el acoso y el derribo de los valores personales, tradicionales, los genuinos, los de ayer, los de toda la vida…porque para ello ya se encargan estos contravalores que son los que mandan en las teles, con sus anuncios que invaden nuestras casas, con sutileza, dándonos una visión única, miope, reducida a la uniformidad. Los modelos de consumo publicitario nos invaden, es difícil dejar de un lado la llamada constante a caer en ese mercantilismo que cada año va a más. El escenario se ha puesto de moda, el continente, por encima del contenido, del fondo.
Sin embargo, ante esta paradoja que hemos comentado, la clave estaría en mirar al interior, pero también al lado, al otro, al prójimo. “Una de las mayores riquezas es el contemplar la vida de otra forma, el vivir el presente y valorar más lo que tienes y lo que puedes dar” escribe Rosa Ortí, en su libro Templar y contemplar. Camino hacia la interioridad. Navidad puede ser ese espacio, tiempo, oportunidad ¿por qué no? para cambiar la perspectiva de ver las cosas, enfrentarnos con otra actitud ante lo que nos viene encima…mirar hacia adentro. Son muchas las personas que siguen luchando, se comprometen, echan una mano y buscan la fuente de la vida, en los demás, apuestan por cambiar sin griteríos y desde el anonimato. Ellos son los que sinceramente me convencen. Necesitamos en estos días navideños, abrir los ojos en la noche y en el día, mirar al cielo, seguir las estrellas visibles y las ocultas y descubrir el mensaje de que lo cotidiano, tu vida y la mía, la nuestra tiene sentido, tiene mucho valor, por encima del consumismo y del agobio de las compras.
Que sigamos apostando por gozar con los que nos necesitan y descubrir esa luz que resplandece y alumbra en el interior de las personas. Ese, y no otro es mi deseo para estos días y para el nuevo año que nos visitará dentro de poco, ¡Feliz Navidad¡