La Educación hoy pasa por momentos inciertos y titubeantes, no es ajena a las aguas turbulentas que se levantan en este país invertebrado que se sumerge en un sinfín de interrogantes, más aún cuando la mirada sigue empañada por la falta de consenso para gobernarlo.
Necesitamos avanzar, pero con la vista puesta en conseguir acuerdos, ahora le llaman pactos, y no digo que esté mal empleado el vocablo, pero para pactar creo que hay que dialogar más, hablar más despacio y al oído, para escuchar con pausa y no con las prisas propias de firmar con celeridad y echar el rayajo en el documento, sin levantar la vista.
Al hilo de esta atmósfera que nos envuelve me viene a la cabeza, por aquello de llevar siempre este asunto en la recámara, una sensación de insatisfacción que acampa en muchos docentes universitarios que, a veces, entre pasillos y clases, en las entradas y salidas en el parking, o entre cafés de intermedio bulle en el ambiente, y es referente a que no nos sentimos satisfechos sobre cómo van las cosas; o lo que es lo mismo que vemos que la desmotivación acampa a sus anchas, y estamos inmersos en el no sé qué hacer para cambiar todo esto que no funciona.
Sin duda, una sensación global al ver que lo que hacemos no se corresponde con lo esperado, el sentir de que no hay avances y que todo sigue ahí, en un standby permanente, que hace que lo fundamental siga estancado, mientras la etérea letanía de los días y las horas siga su cauce.
Al mismo tiempo, los estudiantes manifiestan estar insatisfechos de su andar por las aulas universitarias. Su paso es fugaz, se mueven y crecen en un laberinto de micro espacios, conformado por una mezcla miscelánea de pequeñas porciones, saberes encorsetados en créditos que se suman y se adquieren de manera diversa.
Algunos reconocen que todo fluye en una burbuja y se abunda en el más de lo mismo, la repetición, lo redundante, desde hace tiempo.
El ritmo del aprendizaje no está garantizado, el tiempo para ello no garantiza que lleguemos al fondo de las cosas, más bien nos quedamos por las ramas, en las superficialidades, en el corta y pega de la información, sin entrar en el meollo, en lo sustantivo.
En muchas ocasiones, algunos se preguntan si la comunicación con las los alumnos está a la altura de las circunstancias, mientras las distancias crecen, nos separan en mundos paralelos.
Por el bien de muchos habrá que ver cómo remediar este panorama tan poco motivador y tendremos que quitar de en medio lo que no nos sirva para mejorar todo este embrollo que llevamos arrastrando.
Será preciso resolver esas situaciones cotidianas y cambiar esta Universidad que sigue dándole vueltas a los viejos problemas, mientras el paro sigue amenazando a nuestros jóvenes en la calle.