El acoso escolar se percibe cada vez más como un problema grave. En el último año los casos de acoso atendidos por la Fundación ANAR, dedicada a ayudar a niños y adolescentes en situación de riesgo, han aumentado un 75%.
Esta cifra pone de manifiesto que estamos ante un preocupante fenómeno que crece de forma desorbitada, ante la mayor información y concienciación que se tiene del mismo, lo que hace que se denuncien más casos.
En el informe hace unos días sobre “bullying según los afectados”, por la Fundación Mutua Madrileña se pone de manifiesto que el prototipo de víctima es una adolescente de 12 años, que es molestada no sólo en clase sino también fuera de ella mediante el uso que hace de las tecnologías.
Un hecho que evidencia que se acosa fuera del aula, ya no entre pasillos y clase, ni en el patio del centro educativo, sino que se cruza la acera de la calle, porque se puede seguir violentando a los sufridores desde el ordenador, el móvil, en las pantallas que nos roban el tiempo y, cada vez más, son las redes sociales y en el donde se comprueba un aumento significativo de estos casos de violencia.
Nadie duda, a estas alturas que estamos viviendo en una sociedad confundida que no distingue fronteras, ni tiempos, donde se busca la inmediatez de forma permanente y, a la vez, florecen las trampas que nos enredan y nos enganchan haciéndonos dependientes de los nuevas pantallas que seducen las miradas, los sentimientos y los deseos, mientras se hace difícil caminar ante la invasión del enemigo que se cuela en el ámbito más íntimo y privado, a través de whatsapp o las redes sociales donde todo se puede comunicar con fotos, vídeos, voces y, muchas veces la intención de su contenido se convierte en un látigo permanente para aquellos que son perseguidos y sufren el cerco de una violencia que acorrala sus pasos.
Muchos menores acosados, no se lo cuentan a sus padres, callan en silencio porque temen una sobre reacción contra el colegio o sus acosadores.
Por ello, favorecer actuaciones en este sentido será importante como las que realizan las dos Fundaciones mencionadas lanzando campañas de sensibilización.
La última se centra en quienes son testigos de acoso, animando a la denuncia y a no ser cómplice. Una apuesta diferente, aunque no conviene olvidar que no será suficiente si no se adoptan medidas concretas también en la formación del profesorado y, aún más en la implicación de la familia de los menores.
El Ministerio de Educación anunció un plan de Convivencia, pero todavía no es una realidad para que los centros educativos puedan digerir estos asuntos complejos y ver de qué manera se pueden facilitar soluciones a estos males que tenemos que remediar entre todos, sin bajar la guardia y cuanto antes.