La veteranía es un grado, y mucho más en el aula. Los prejubilados que de los sesenta en adelante cogieron los bártulos y decidieron marchar, alejarse del mundanal ruido de las clases por tener unos requisitos de años de servicio, al igual que aquellos que cumplidos más años se jubilan cuando toca la hora, si lo desean podrán volver a escuelas y a institutos, de otra manera más placentera, sin tener que fichar, ni aguantar tantas horas al pie del cañón, pero que servirá para quitarse el “mono” de transmitir el saber, compartir el tiempo con los aprendices e intercambiar momentos para seguir dando de sí, lo mucho que saben y conocen.
Esta nueva modalidad, puesta en marcha que le llaman la “red de la experiencia” surge ante la necesidad de reglamentar esos testimonios de muchos que se fueron y que siguen vinculados a los centros educativos, por propia iniciativa y placer, siendo su actividad muy valorada por la comunidad educativa.
Eso sí, la normativa lo deja claro, no podrán dar clase como tal, ni cobrar un euro, ni ser motivo para reducir la plantilla de personal en activo.
Todo, nunca mejor dicho, por amor al arte…
Una brillante idea que no es original de esta Consejería Educación , también la llevan en las comunidades de Aragón y Asturias que han legislado un programa similar y que ahora se pretende que la normativa regule lo que vienen haciendo los docentes jubilados que se fueron y que quieren seguir, de otra manera, relacionados con los centros educativos.
Ahora al parecer bajo una fórmula paralela y “meritoria”, porque se reconoce el valor del docente experto, el que sabe con conocimiento de causa y quiere seguir dando lo que sabe a los demás.
Aunque eso sí, la propuesta es extraescolar y bajo la supervisión y con el acuerdo del docente responsable de aula.
Y es que, a mi modo de ver, la educación no universitaria no ha sabido encajar el valor de los expertos lo que ha hecho que el personal con años de aula, en muchos casos termine cansado y agotado de estar a pie de tiza, al frente de la misma actividad que en ocasiones sobredimensiona las fuerzas y las ganas de seguir “tirando del carro”, sin reducciones horarias y promociones que hagan vivir la enseñanza con más serenidad, dando lugar a una posible actividad diferenciada que vaya asociada mucho más al asesoramiento en formación permanente, o en la colaboración con docentes noveles.
Al no existir otra alternativa, son muchos los que abandonan y se jubilan pronto con el síndrome de “estar quemados”, aunque por dentro siguen teniendo mecha para crear, colaborar y compartir lo mucho que saben y están dispuestos a ofrecer.
Los “Premium” no deberían volver ahora, se deberían haber quedado antes, en los últimos años de su trayectoria recogiendo la valoración y meritaje entre los suyos, quizás hubiera sido su mejor recompensa.