Cuando llegan estas fechas entonamos la misma canción de siempre, con melodías similares aunque cada año tenga su peculiar estilo, su propia voz.
Ya hemos pasado la primera quincena de julio y parece que se nos van los días, aunque me alegro por aquellos que cambiaron el chip, se capuzaron en los mares o decidieron volar bien lejos para desconectar de la rutina propia del día a día.
Con los calores de estos días y la subida de la temperatura vemos cómo el personal anda en busca del ansiado reposo del guerrero. Parece que ya toca ir pensando en bajar la guardia.
Otros muchos seguimos pendientes de que el tiempo nos deje respirar entre cien mil asuntos que no nos sueltan, en ese ir y venir de papeleos continuos que nos hacen no parar y estar a pie de calle y en sintonía con aquellos que siguen en el tajo.
Casi siempre cada año, por estas fechas tengo la sensación que la mente habla en gestos y pide su oportunidad, está necesitada de un reseteo para combatir el diario afán que no nos suelta.
Atrás, muy en la prehistoria quedaron aquellos tiempos en las que los veranos tenían las mismas letras, su densidad era envolvente y singular, porque pasaban lentamente, de otro modo más cercano.
La vida era lenta, pasaba sin prisas, al calor y a la sombra, entre respiro y faena, pero que se llenaba de amaneceres que dormían en noches intensas, donde todo estaba por hacer, por vivir.
Ahora que el tiempo enloquece y se retuerce cada vez más en cien mil historias, cargadas siempre de intensidad, llevamos nuestra mochila llena, sin poderla vaciar, mientras todo sigue girando en muchas direcciones.
En estos tiempos de zozobra, otras canciones con otras letras bien distintas alimentan nuestros sentimientos y vemos también a lo lejos cómo todo fluye, mientras el mundo gira y todo parece que es diferente.
En estos días, cuando el cuerpo quiere parar y bajar el nivel para seguir caminando por aquel sendero que nos apetece y queremos olvidarnos de tantos avatares, comprobamos cómo otros siguen empeñados en pugnar, echar el pulso y revalidar su poderío y su puesto entre sonrisas y falsetes, en una pugna en busca de un liderazgo que le haga ser más.
Me asombra ver cómo algunos no se cansan, ni bajan la guardia, están siempre empeñados en derribar al adversario.
No paran y no nos dejan vivir en paz con tanto ruido mediático, mientras otros pensamos cómo lo importante no se resuelve y los problemas crecen ante la mirada cómplice de los que callan.
La historia se repite y los días dejarán de crecer, en este verano que esperemos se porte bien y no nos sorprenda.