Cierto día ya lejano me encontré con un conocido (G.) que se puso a contar sus cosas sin prisas; además, me alegró saber que era lector de esta columna. No me lo imaginaba, lo cual me hizo repensar en que aquello que uno suelta no sabe dónde llegará, y me sugirió abordar lo que me contaba en este hueco, aunque he de reconocer que en aquel momento lo veía distante, como si no fuera objeto de mi interés. Esa sensación ocurre en ocasiones, cuando te cuentan y hablan sobre cuestiones que no te tocan de cerca.
El amigo, recién prejubilado de una gran empresa me contaba cómo se sentía, tras el cese en la misma y el paso a la otra vida, algo así como que ayer estás y hoy ya no existes o no eres el mismo…Ese cambio, sin duda era motivo de desajuste o desasosiego, en su caso, totalmente lejos de aquel otro estereotipo que tenemos donde se ve al jubilado con todo el tiempo por delante y lanzado a la conquista del mundo, pegándose la mejor de las vidas posibles.
El amigo me insinuó que se encontraba con el “¿Y ahora qué…?”, ese era su tema, reconocía una incertidumbre que atravesaba él y otros que también se sentían así, en ese estar al margen, apartados en la cuneta, en otra clase, en otro lugar. Entendí que su realidad, aunque distinta a la mía por ahora, no por ello era menos importante, por lo que le escuché en la sinceridad de sus palabras que le hacían valedor de todo un buen momento de encuentro en el que necesitaba ser escuchado, con atención y respeto a todo lo que me decía.
La vida misma nos ofrece cantidad de ejemplos para tenerlos en cuenta y abordarlos, como suele ocurrir, nada es fácil y mucho menos si cada uno llevamos la mochila bien repleta de circunstancias. Y es que resulta que nos falta tiempo, siempre falta, para escuchar aquello que aprieta, aquello que nos ronda la mente y el alma, mientras nos crecemos en llenar nuestras horas en multitud de actividades teledirigidas en las que nos sumergimos y donde refugiamos nuestras dudas y sentimientos
En esos momentos en el que el otoño de la vida se presenta para algunos, en unas u otras circunstancias pienso en G.Su conversación me ha hecho cuestionarme el valor que le damos a aquellos que tuvieron sus primaveras y se dejaron la piel por proyectos, luchando hasta el final, para de repente quedar postergados y olvidados.
No es justo que en este país no se le dé el valor que se merece a la veteranía y reciclamos a muchos buenos profesionales en una “Operación olvido” en un cerrar de ojos, mientras la vida sigue sin parar, en su largo recorrido.