La primavera electoral avanza sin disimulo y a toda prisa, en una carrera de fondo que nos traerá, junto al más de lo mismo, lo propio de un proceso que responde a los cánones consabidos, en el que los tiempos los marcan aquellos que deciden y son los que nos van diciendo qué y por donde avanzar.
La novedad, en esta ocasión quizás venga provocado por la anticipación electoral, lo que hace que todo puede ser posible y fluya en ese no saber qué pasará al final de la batalla. Todo está aún por saber, y con la distancia no sabemos a dónde llegaremos, todo es volátil.
El escenario comunicativo que se ha levantado en esta primavera incipiente, cargada de mensajes que se levantan en los medios, nos trae la variedad y el personalismo impuesto desde los líderes de los partidos políticos que reclaman y luchan por imponer su punto de mira. En conjunto se observa una amalgama de solapamientos entre ideas, proyectos y presagios que no reflejan bien hacia adónde vamos, mientras todo sigue siendo posible e imaginable.
En este tiempo incierto, donde todo está por resolver, a la normal proyección de las ideas y promesas que deberían estar definidas y consensuadas previamente, por los grupos y equipos que las piensan defender se une el valor añadido del personalismo que roza el culto al yo, al personaje y a la figura que aglutina la palabra. Ejemplo de ello es la inclusión en las listas de los partidos políticos de nuevos rostros, nuevas caras profesionales que se incorporan por ser firma, a confeccionar la larga lista de representantes políticos y que serán el reclamo y el gancho para atraernos, convencernos y hacernos creer que el sueño es posible. Sin duda, una manera de convertirnos a ese credo político que está por saber su creencia, pero que intenta sumar votos, antes de comprometerse en acciones concretas.
Curiosamente, en este formato nuevo, diríamos que más personalista o comunicativo, de lo que se trata es de pelear el voto con nuevos fichajes en las listas electorales del 28-A que ya están cerradas a toda prisa y en el que se apuesta por los novísimos, propuestos por los líderes a dedo. Entre los incluidos encontramos tertulianos, periodistas, empresarios, militares, el hijo de un expresidente y hasta toreros famosos que se lanzarán sin freno al ruedo de las elecciones generales. Todo nos augura que tendemos un Congreso insólito y multicolor.
No sé si serán los signos de los tiempos, pero ahora más que nunca el peso de los egos que lideran los partidos se ha impuesto para cambiar la táctica de atrapar los votos que es de lo que se trata.
La imagen vale más que la palabra y los rostros nuevos pueden hacer más que los programas electorales porque, como ya sabemos, las ideas se las lleva el viento.