El largo tiempo de espera, tras las elecciones generales y las regionales, no está dando los frutos deseados, más bien está dejando que muchos ciudadanos desconfíen de sus políticos porque no se ponen de acuerdo y de la política porque no propician un diálogo fluido y respetuoso entre aquellos que deberían mantener la escucha atenta y la buena voluntad para resolver los problemas comunes.
Todo gira en el más de lo mismo, en el ‘ya se verá, a ver qué dicen los de arriba’. La escucha como tal no existe, todo son declaraciones que suenan a viejos monólogos improvisados, cargados de personalismo.
En esta generación de políticos ‘powerfull’ todos tienen demasiada ‘hambre’ y se les nota, son hijos de estos tiempos inciertos e inquietantes, de formato persuasivo e icónico, explosionado por los efectos mediáticos de las redes sociales, donde se dicen los mensajes en un sentido unidireccional, sin esperar la respuesta.
Ya está bien de que nos pasemos los días y las semanas hablando de lo mismo, de ese tema monográfico que puede ser, por ejemplo, Cataluña, mirándonos en su espejo y que el resto de las regiones sigamos perdidos en una nebulosa.
El sur también existe, y en el sureste seguimos en la lista de espera, necesitados de que se nos escuche y que se nos trate como nos merecemos. La vida de muchos sigue en el furgón de cola de un país que bosteza continuamente.
Al hilo de esta reflexión muy básica, y en consonancia con lo que no tenemos, la otra noche en el 24 horas vi al socialista Guillermo Fernández Vara, presidente en funciones de la Junta de Extremadura que, además de llevar algunos años en la política y saber lo que se cuece, cuando lo escuchas tienes la sensación del mucho sentido común que posee y, sin perder los papeles, conserva un toque acertado, entendible y respetuoso.
En su intervención en TVE, ha señalado que para la formación de gobiernos habría que apostar por dialogar y hacerlo a nivel nacional y en clave local, a su juicio «sería el mejor camino para hacerlo», ya que «no hay dos realidades iguales, y cada territorio y cada situación una manera de verla diferente».
Al mismo tiempo nos alertaba al señalar «cuidado con las decisiones tomadas que la gente no entienda».
No todo está en las alturas, por lo que no se debería generalizar y uniformar las decisiones desde la cúspide, no sería buena idea sin tener en cuenta aquellos pareceres, opiniones y valoraciones de los ciudadanos.
Los partidos deberían también y mucho escuchar el sentido del voto y de su gran responsabilidad. No solo sirven las urnas, hay que conectar también con los ciudadanos y con sus problemas, para avanzar dialogando, siempre escuchando al otro y en la espera de llegar a un acuerdo.