Hay políticos que crean problemas inexistentes, en lugar de resolver aquellos que necesitan ser urgentemente resueltos. Sabemos, por experiencia que no son buenos tiempos para crear inventos que arremetan contra aquello que, en principio y si nadie lo indica, viene funcionando con normalidad.
Por lo que me parece flagrante y una intrepidez que un colectivo partidista imponga su credo político a toca costa, sobre la gran mayoría de ciudadanos que nunca vimos problema donde no lo había, y que se haga de su denominado “Pin parental”, o “el veto de los padres” todo un asunto de estado. Algo, en mi opinión, totalmente ridículo, cuando tenemos sobre la mesa cantidad de cuestiones preocupantes y olvidadas sin resolver. Me refiero, por ejemplo, a qué hacer con el abandono escolar, qué pasa cuando muchos se quedan al borde del camino, qué hacemos en las escuelas para que los que sigan tengan igualdad de oportunidades, cómo mejorar la formación…y otras muchas que podrían abordarse desde ya y dejarnos los pines para ponérselos a los móviles.
La entrada de VOX en el en el ámbito educativo está siendo conflictiva porque se mete donde no debe, con una insistencia agobiante para imponer criterios antipedagógicos controlando más de la cuenta, metiéndose en cuestiones que no debería y desplazando a los responsables del oficio. Y todo ello, aludiendo a la libertad de los progenitores para autorizar o no determinados desarrollo de contenidos, favoreciendo la crispación y la confrontación innecesaria.
No creo que sea ese el camino, por el que se debería expandir un grupo político de reciente creación. Por ello, considero que negociar a toda costa, de forma descarada e impositiva, poniendo en jaque la educación de la ciudadanía, es algo que no se puede consentir por aquellos que conocemos cómo funciona la educación desde dentro. Los docentes sabemos que no todo está en los libros, también y mucho que lo que se desarrolla en los centros y en cómo se aborda, por lo que no se puede entender esa injerencia descarada de algunos sobre lo que tenemos que enseñar y hacer en las escuelas y en los institutos, infravalorando y despreciando la labor de muchos que se dedican a la noble y difícil tarea de educar.
No es acertado arremeter de ese modo, contra la educación que se desarrolla en los centros públicos, sin conocer o saber qué sería lo urgente y necesario para que las cosas funcionen mejor. Lo que más me ha irritado de todo este embrollo es la desconfianza manifiesta hacia los protagonistas de la educación. Me parece una falta de respeto profundo hacia todos aquellos que educan en las aulas.
A la escuela pública se le quiere poner un bozal, como si se tratara de domesticar la conciencia de los escolares que aprenden y de los sufridos docentes. Y esto no se puede consentir.