Cuando llegamos a estas alturas de junio, los bachilleres se emplean a fondo en la preparación de la Selectividad, la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad), que será el punto final o de inicio, según se mire, para cerrar el balance de lo que ha sido el recorrido por ese Bachillerato inmediato y la apertura al nuevo mundo universitario. En estos días se cierra y se abren carpetas, desde ese escaparate tópico donde hasta el más lejano de los ciudadanos sabe que algo pasa con los chavales, por esa inquietud potencial que observamos en sus idas y venidas, en su ahínco manifiesto por devorar entre el día y la noche los temarios que ya han visto en sus clases y que ahora tienen que machacar entre la realidad y el deseo de llegar a la meta final. Son días donde hay que darle al flexo, a los codos y a lo que haga falta…, donde el tiempo se mide en largas estancias en bibliotecas humeantes de apuntes y fotocopias y salas de estudios que se han popularizado en barrios y pueblos complementando o sustituyendo los rincones de las habitaciones de los estudiantes. Al mismo tiempo, no hay que olvidar que el ánimo no les puede faltar a estos jóvenes dispuestos a entregarse, en cuerpo y alma, con intensidad platónica o hernandiana, a la ciencia y al saber, dando lo mejor que uno sabe en esos momentos que marcarán, sin duda, su historia personal. ¡Qué pena que este ritmo del deprisa, deprisa no se tonificara en tiempos estables y mucho más duraderos a lo largo de la Secundaria y en un Bachillerato más extensible¡
A veces pienso que no se aprovecha el potencial que tienen estos años de formación tan importantes. Es sorprendente, por ejemplo ver la descompensación entre cursos, materias y la progresión entre el esfuerzo y los resultados… Si se estudiara con el ahínco que se hace en estos últimos meses la cuestión sería totalmente diferente… Es una pena que no se hayan cambiado fondos y formas y sigamos manteniendo el acelerón del segundo de Bachillerato como antesala de la selectividad.
Sin embargo, estos jóvenes selectivos son los que abandonan, con cierta morriña, sus institutos; son los que se graduaron antes de ayer y al día siguiente, como si tal cosa, colgaron los trajes ceremoniosos y sus orlas en la percha, para pagar sus derechos de título y tasas de examen y con apasionamiento darle al asunto.
Cuando pase esta calentura y la memoria nos deje su sabor, estos estudiantes recordarán las cientos de anécdotas de su PAU que superarán sin dificultad. Ahora bien, sus resultados servirán para clasificarlos numéricamente y de este modo adecuarlos a sus preferencias e intereses profesionales donde algunos, quizás no lograrán encajar… ahí sí creo que está la verdadera trama de la Selectividad y donde las décimas y centésimas son la llave para elegir o no un camino que empieza en este momento.