Estamos en la semana de inicio de curso en muchos frentes, aunque sin duda el educativo es el que siempre suena con esa vuelta al cole que para muchos sufridores, sobre todo la familia que paga, es un una gran cuesta septembrina de gastos, que no tiene nada que envidiar a la de enero y donde aún el gasto en libros, material y equipamiento de los escolares sigue siendo muy elevado. Sin embargo, en este curso, además de lo de siempre, estamos ante un escenario complejo y diferente porque ya no es novedad la incorporación del alumnado extranjero, los docentes o las familias de los escolares; ahora tenemos el efecto de una crisis galopante que nos llevará sin duda a tener que amarrar el barco ante la tempestad que nos acecha y la incertidumbre condicionada por la política nacional. No hay que olvidar que estamos en la antesala de la aprobación de los presupuestos generales más restrictivos de la democracia española y en el posible adelanto, si no hubiera consenso, de unas elecciones generales, como señalan algunos, además de grandes recortes en las inversiones públicas en todos los frentes. Esto condicionará, sin duda, el nuevo curso académico escolar y universitario. Hoy la preocupación es la economía, no la pedagogía.
La educación pasa por esta limitación que encaja los posibles movimientos, aunque a la vez habrá que revalidar esfuerzos y poner cada cosa en su sitio. Este hecho, sin duda, nos tiene que llevar a todos los responsables educativos y a los gobernantes en particular a apostar más que nunca por la formación sin reservas, con firmeza y decisión. En este sentido, el Ministerio de Educación tendrá que seguir en la brecha, no bajar la guardia de aquel pacto educativo iniciado y reformulado, para sacar fuerzas e impulsar la formación para que cada vez más sea una apuesta cierta y segura que nos lleve a paliar los efectos de esta sequía laboral que padecemos. No se puede bajar la guardia ante el fracaso en la cualificación, el abandono en la ESO, la orientación educativa del alumnado, los recursos humanos y docentes en los centros, las instalaciones y aulas que acogen a los alumnos y el desarrollo de innovaciones en los centros. Una vez más habrá que apostar por encajar esas asignaturas pendientes que arrastramos en la enseñanza, y ver cómo hay que ir arreglando las goteras que tenemos, para poder superar los problemas que nos llegarán en este otoño incierto.
En este sentido la educación nos tiene que preocupar. No se debe abandonar a la suerte de los poderosos, de los minifundistas o de determinados intereses. En estos momentos habrá que apostar por establecer pactos y diálogos que nos lleven a concretar propuestas, analizar la realidad y dar prioridad a lo más importante, sin perder el norte y conectando con los intereses de los ciudadanos, a nivel nacional, regional, local y en los centros educativos. Para salir de la crisis necesitamos más y mejor educación, no lo olvidemos.