Wert se encuentra en el ojo del huracán, metido hasta las cejas en una lucha permanente contra los ciudadanos que siguen hinchados de tanta barbarie empecinada, mientras siguen al pie del cañón metidos en el fango, contemplando cómo se caen los sueños, las ilusiones y la creencia en la educación pública que como pasa con la sanidad, la están descuartizando a trozos y vendiéndola al mejor postor.
Con la reforma educativa que se cuece en los despachos del ministerio de educación se abre una herida sangrienta entre aquellos que necesitan ser educados con todas las fuerzas, sin exclusió. Sin embargo no se garantiza que se vaya a tratar como debe ser a todos y, en especial, a aquellos que menos recursos tienen. El borrador del anteproyecto de la reforma educativa no termina con el beneplácito de muchos y esta futura Ley, la LOMCE como se le llama, y que este ministro lleva entre corchetes apuesta de forma clara y definida por levantar muros entre la ciudadanía, supone una vuelta atrás, al pasado como si nos metiéramos en el túnel del tiempo, a todo trapo, porque las leyes del mercado, de la competitividad, de la excelencia y de los mercados mandan y la educación tiene que someterse a todos estos dictámenes, sin contemplaciones, es lo que hay y, además, no tenemos tiempo de repensar, ni de decidir, todo deprisa, deprisa, porque ya es tarde…
La nueva reforma educativa, en mi opinión bastante radical y conservadora, se potencia más a los centros que puedan y tengan recursos sobre aquellos que no dispongan y estén al borde de su hundimiento, de ahí que veremos cómo se implantará el sistema de velocidades, la vuelta al ordenamiento vertical y a la separación, o segregación como se diga. De nuevo el paisaje escolar nos traerá las estampas aquellas de los nuevos coles de “pijos”, frente a las escuelas deterioradas, fustigadas por la penuria y la dejadez, aunque tengan algunas pizarras digitales y sus maestros hagan milagros para seguir con el intento de dejarse la piel por sus alumnos diversos o no estandarizados.Sin embargo, muchos sabemos que la wertmanía es un enfoque rancio que pone de patas arriba algunas cuestiones que funcionaban bien en los centros educativos y no creo que sea ésta la solución que se merece este país, con grandes tradiciones consolidades y que ahora, como si tal cosa, se deban eliminar de un plumazo.
Por eso, aunque el escenario es el que tenemos y no hay vuelta de hoja, no creo que cambiando de ley de educación se solucionen los problemas que hoy tenemos en las escuelas y en los institutos, creo que más bien arreglar o reformar debería ser un proceso basado en la calma y en el sentido común, por encima de la ceguera partidista y las negociaciones sigilosas. No hay que olvidar que el pulsómetro de la calle suspende la gestión de Wert y, además, muchos no vemos, ni en el fondo ni en la forma razones para seguir con este entuerto ¿hasta cuando?
/ Acuse de recibo/Javier Ballesta / jueves, 13 de diembre
Twitter @javier_ballesta