vidas, esperanzas…
¿quién iba a pensar que el pasado miércoles, 11 de mayo, cuando el dia ya estaba pasando, un terremoto asesino iba a provocar el grave daño que tanto ha hecho, en especial, a esas nueve personas que han sido víctimas mortales de su ira.
No será fácil olvidar, tampoco podremos quitarnos de la memoria este duro golpe que ha roto familias, personas, barrios, a todo un pueblo y ha enloquecido la paz de esta tierra murciana pacífica, laboriosa y tolerante, por los cuatro costados.
Una vez más, como siempre pasa, no hubo tiempo, ni lo habrá para razonar lo ocurrido, la tragedia hizo que todos se tiraran a la calle, a salvar las vidas y a socorrer a aquellos que cayeron en las garras de ese temblor maldito que ha matado y herido a todo un pueblo dador de generosidad y acogedor de medio mundo, como prueba de sus miles de inmigrantes que encontraron su hueco en esta comarca hospitalaria.
Ahora es el momento de demostrar, como los héroes lorquinos han hecho, que en el silencio se vence el dolor, que la voluntad une a todos los ciudadanos y todos somos iguales, no hay privilegios, ni distinciones. Todos, vecinos, ciudadanos, desde el voluntario anónimo, al político visitante, pasando por médicos, militares, medios de comunicación, vecinos, familias, príncipe y princesa, alcalde… han sentido el dolor, la gran herida provocada por esta tragedia. Su presencia, su silencio, su dolor compartido y sus palabras sinceras han servido, en los primeros momentos para poner una luz en la oscuridad.
Esta fuerza que hemos visto salir del interior, de los mejores sentimientos ante el sufrimiento necesita muchas manos, muchísimas, no nos podemos quedar con las imágenes, con lo que se dijo, es tiempo de actuar, de pensar en hacer cosas, de echar una mano, de dar y de hacer lo que cada uno crea que puede y debe porque Lorca se levantará, desde este hundimiento con la ayuda de las administraciones, el gobierno central, de Europa… y también de cada uno de nosotros que tendremos que colaborar en este gran proyecto que, sin duda, nos llenará de satisfacción y de alegría verla resurgir del hundimiento y del desánimo para volver, de nuevo, a contemplar esa gran ciudad acogedora y entregada a sus gentes que resplandecerá, como siempre, por su fortaleza, solidaridad, tesón y tolerancia.