Si han visto alguna vez este programa televisivo que presentan Inmanol Arias y Juan Echanove tiene el formato parecido a aquel que hiciera en su día, Labordeta con el país en la mochila, cuando de pueblo en pueblo sacaba a la luz los encantos del paisaje, las tradiciones, personajes y costumbres típicas que, en muchas ocasiones no son muy conocidas. En el de ahora, además del gancho de estos dos actores que sin duda tienen su plus, también profundiza en las comidas y bebidas que definen nuestra identidad, nunca mejor dicho por encima de otras variables, con acierto lo hacen y por ello, recientemente el espacio ha sido premio nacional de gastronomía. Es así, como ante la noticia de que están grabando por nuestras tierras a uno le viene a la mente la relación con el conflicto reciente de los pepinos y la movida europea, mejor dicho alemana, dándome tema de reflexión sobre cómo nos miran, o nos ven, o nos siguen viéndonos…porque estamos ante un problema de percepción y de respeto, que va mas allá de lo que debería ser o de lo que tiene que ser.
Me refiero a la imagen que se tiene de esta España nuestra, según sea para obtener alguna prebenda o para ser el centro de la diana en la búsqueda de una culpa. Esto significa que si lo que queremos es beneficiarnos del sol, la hermosura de sus paisajes, sus precios o sus encantos, podemos ser apetitosos, demandados y hasta altamente tipificados en los rankings, como buenos receptores. El otro día leíamos que los universitarios europeos acogidos al programa Erasmus se dan tortas por venir a nuestras facultades a seguir con sus carreras, pero un hecho fundamental en la elección es porque aquí se vive bien, hay mucha fiesta buen ambiente y ante la distancia los jóvenes se sobreponen con grandes compensaciones, al menos es lo que dicen los alumnos extranjeros cuando en sinceridad se confiesan ante las cámaras de televisión.
Sin embargo esa percepción, altamente positiva, de los colegas europeos hacia nosotros, puede caer en picado, como ha ocurrido y ser muy dañina, por lo que de amenazante tiene cuando hay que buscar culpables y demuestra que, aunque llevemos año empujando el carro del euro, metiéndonos entre bambalinas, buscando sillas para las reuniones de los G, o acercándonos sonrientes a Obama, Merkel o Zarkozy cuando estalla el conflicto el de arriba lanza su cólera hacia el de abajo, olvidándose de sonrisas, encantos y amabilidades y se comprueba, una vez más que estamos por debajo, muy a la merced de los alemanes, franceses, americanos…
Ahora, tras el daño generado con la crisis de las hortalizas, aunque algún eurodiputado se haya comido los pepinos en la sala, tendremos que dejarnos de tonterías y estar al quite de la que nos pueda venir encima, no podemos bajar la guardia y tendremos que hacernos de valer, al menos para que no nos sigan comiendo nuestra moral.