Las universidades públicas se han convertido en un foco permanente de actualidad, no solo porque son una gran empresa donde el saber ocupa su lugar sino, además, porque son centros de interés permanente donde todo fluye hacia esa meta que se alza en alturas apetitosas, desde donde se vislumbra la conquista de la tierra prometida y se ejerce el poder de decisión sobre muchos frentes.
Quizás esta característica obligue a la institución a tener su propio sello identitario que la haga merecedora de su valor y, a la vez, de su recelo ante muchas que lo tienen como rivales de sus grandezas y conquistas, en especial las universidades privadas que arrojan su furia contenida de vez en cuando y las miran con el recelo propio de aquellos que quieren compartir y luchar por la venta de la misma mercancía.
En ese contexto, donde todo es posible que ocurra y en el que muchos son los llamados y pocos los elegidos, desde hace algunos meses se levantan las voces de los próximos rectorables que aspiran a ocupar el sillón de rector magnífico de la UMU. Por primera vez, que yo recuerde en los 29 años que llevo en la casa, serán cinco los candidatos que participen en la contienda.
Los aspirantes confirmados son de diversas disciplinas: Derecho (Luján), Documentación (Gómez), Bioquímica (Lozano), Filosofía (Martínez) y de Óptica (Artal). Todos son hombres, ninguna mujer…
Dicen que en la variedad está el gusto y también que esta amplia oferta quizás sea el reflejo de la expresión libre y decidida de aquellos que sienten que deben dar un paso al frente y participar en unas elecciones que, a buen seguro tendrán un tinte especial, donde la confluencia de nombres y programas imagino decidirán aquello del “todo es posible”.
En mi opinión, esta variedad puede denotar que en tiempos de zozobra, y donde el maremágnum de ideas, intereses y circunstancias se aprecia, ante la ausencia de dinámicas que favorezcan la unión o la cooperación, sea más fácil ofertar y salir a la palestra, desde el personalismo que de la confluencia.
Me llama la atención también que ante este número de candidatos sepamos discernir las diferencias y las apuestas diversas, para poder conformar el signo de cada uno. Entiendo que, tras la oferta y el análisis de los programas, podremos responder a ello, aunque me temo que será la conformación de los equipos los que nos dirán de qué color llevarán el traje de mando.
En fin, se avecina un tiempo de proclamación multimedia, donde las promesas nos invadirán el campus y las voces entonarán nuevos mensajes, mientras la vida universitaria sigue a la espera de tantos y tantos cambios que no llegan y los años corren que vuelan, en la espera de una nueva primavera.