El episodio reciente de la acogida del Aquarius nos hace cuestionarnos qué hacen los gobiernos de los países europeos por resolver los procesos de inmigración que, siendo una realidad difícil de afrontar, necesitan una solución adecuada y urgente.
La continua llegada de aquellos que se tiran a la mar mirando a esa tierra prometida como la única de las soluciones se ha convertido en un fenómeno que cada vez más exige soluciones urgentes.
Los grandes desplazamientos de población procedentes de países y regiones que están en conflicto y están en la pobreza extrema hacen que se incremente la llegada a nuestras costas del sur un gran número de personas que abandonaron sus países en busca de una vida digna.
Ahora, ante el efecto mediático de aquellos que llegaron al puerto de Valencia tras estar deambulando por las aguas mediterráneas sin rumbo, puede ser un momento para abordar que es necesario darle la cara a estos problemas para responder a estos problemas, que tienen una magnitud inmensa y que reclaman soluciones globales.
Las acciones que se desarrollan para responder a estas situaciones en ocasiones pasan por dejar que las naciones lo resuelvan dentro de sus fronteras y, en la mayoría de los casos, la coordinación con otros Estados es escasa e insuficiente y los verdaderos problemas los tienen las regiones y municipios que reciben a aquellos que se quedan en sus localidades. Los problemas, sin duda, existen y cada vez más crecen en aquellos lugares donde no existe una capacidad de acogida teniendo que resolver a toda prisa y de la mejor manera, cómo sobrevivir a este flujo migratorio que sobrepasa todas las previsiones.
La política de hechos consumados y de falta de solidaridad complica estas situaciones que ponen en tela de juicio las políticas reales que se hacen dentro de cada país , en cada región y entre aquellos gobiernos que conforman la UE.
Ante ello, como viene ocurriendo son las organizaciones y grupos de ciudadanos quienes colaboran para remediar en muchas ocasiones la gravedad de situaciones que delatan lo mal que hacemos las cosas.
El hecho nos lleva a sentir y a reconocer que ante la complejidad del fenómeno migratorio que tenemos la tensión se siente y muchos pensamos que no lo estamos haciendo bien a gran escala, y especialmente entre los dirigentes de los países europeos que no se ponen de acuerdo.
El efecto mediático del Aquarius es la punta del iceberg de lo mucho que queda por resolver, mientras esa sensación de urgencia se impone ante los rostros de los sufridores. La tensión la sentimos y nos avisa que tenemos que resolver este gran problema cuanto antes, no podemos dejarlo para mañana.