>

Blogs

Rubén García Bastida

La esquina doblada

El señuelo

De tanto miedo que le tenemos a la muerte, a la enfermedad, al achaque, parecemos gilipollas.

Las compañías, que saben que a veces parecemos gilipollas y que nos tiemblan las piernas ante todo lo que insinúe una merma en nuestra salud, lanzan miles de productos cada año etiquetados con mensajes que anuncian beneficios para el organismo.

Y nosotros hacemos lo que sea por el organismo, ese nuevo dios del siglo XXI. A saber: le rendimos tributo, le ofrecemos sacrificios, lo adoramos, lo engalanamos y, por supuesto, esperamos que otros también lo adoren. El problema es que cada uno tiene su propio organismo al que idolatrar, y claro, nadie hace ni puñetero caso al organismo ajeno.

Resulta que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria está evaluando la veracidad de los mensajes en los productos «beneficiosos para la salud». Multitud de empresas se están sometiendo voluntariamente a estos análisis porque quieren adaptarse al nuevo reglamento europeo que prohíbe mostrar reclamos relacionados con la salud, si no tienen una base científica.

Hace unos días, la Agencia avanzó los primeros resultados. Demoledores. Cerca del 90% de estos productos no cumplen lo que prometen. Lo bueno, en teoría, es que tarde o temprano todos los productos que anuncien que son beneficiosos para la salud, deberán serlo.

Pero, ¿qué hacemos si descubrimos que la base científica es capaz de asegurar una cosa y la contraria?

Tenemos un ejemplo reciente. Una investigación dirigida por el profesor David Bailey de la Universidad de Western Ontario, en Canadá, demostraba hace 20 años que el zumo de pomelo aumentaba los efectos de determinados medicamentos. Hace unos días, el mismo investigador hacía público que sus nuevas indagaciones prueban justo lo contrario: que el zumo de pomelo, el de naranja y el de manzana reducen a la mitad la absorción de múltiples medicamentos en el intestino.

Igual ocurre con otros muchos alimentos que han cambiado de estatus con el tiempo. ¿Quién nos asegura, entonces, que comer un poco de todo no vaya a ser a la larga más beneficioso que la búsqueda azarosa de la dieta mágica?

Ahí siguen los religiosos del organismo, acudiendo de un producto a otro según las erráticas informaciones que van apareciendo. Persiguen un señuelo tras el que, en numerosas ocasiones, no hay absolutamente nada. Los miro extrañado mientras dan vueltas en el supermercado. Analizan las etiquetas. Me pregunto qué hacen.

Temas

salud, sociedad

Sobre el autor

Periodista en 'La Verdad'. Guardo un rincón para las cosas pequeñas en 'La esquina doblada'. En Twitter soy @garciabastida


agosto 2008
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728293031