La gente muere. Los músicos también. A veces parece que los músicos murieran más que nadie porque hacen más ruido. Los músicos débiles mueren antes porque el mundo, después de todo, no tiene paredes acolchadas ni carrocería deformable que frene el choque entre canciones y realidad. En todo caso, Antonio Vega era más poeta que músico y más débil que nadie.
La resistencia no es cosa de los cuerpos, que tienen la batallla contra el tiempo perdida de antemano. La resistencia corresponde a los actos. Y los actos de Antonio Vega, lo que seguirá sonando durante años y años, será su música.
En la extraña pelea del orden contra el ruido caen muchas víctimas. A Antonio Vega tuve la suerte de verlo en directo hace unos años, en Molina de Segura, ya muy demacrado y cansado, enganchado sin remedio a la pesada carga de no haber sabido, nunca, dejar de dejarse llevar.
En estos momentos creo que lo mejor es volver atrás, cuando Antonio Vega tenía su propia historia por delante, y no por detrás, y rebosaba ganas de seguir. Lanzaba su primer LP en solitario tras la desaparición de ‘Nacha Pop’. Sirva como homenaje.