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Rubén García Bastida

La esquina doblada

Malas ideas

Está lleno el mundo de malas ideas. Repleto. Te acostumbras a vivir rodeado de dispositivos que no hacen bien lo que deben, a los planes fallidos, a recibir soluciones que traen consigo nuevos problemas. Te acostumbras.

Por eso están tan cotizadas las buenas ideas, por eso se buscan y se buscan las ideas, muchas veces sin éxito, en el mundo de la publicidad por ejemplo, en el de la empresa, en el de la política… Las salas de espera están llenas de malas ideas. Puedes sentarte en una y notar cómo bullen.

Cualquiera es capaz de generar varias decenas de malas ideas al día. No se puede luchar contra eso. No conozco a nadie que no las tenga. Así que está el mundo repleto, rebosante, de malas ideas. Y pienso, por ejemplo, en las malas ideas -y la mala fe- que hundieron el barco de la economía, en esa cadena de ocurrencias coreografiadas que dieron paso a una crisis de surcos profundos.

Miras el periódico. Abres al azar. Ves malas ideas por todas partes. Tres personas intentan viajar como polizones en una patrullera de la Guardia Civil. Mala idea.

Pones la televisión. Hay un tipo intentando atrapar una serpiente con un palo. Una cobra. Mala idea, piensas. El cámara también lo piensa. «¿Me acerco?», dice. Y el otro: «Que sí». Y se acerca. Mala idea.

Vuelves al periódico. Una pareja de Nueva Jersey decide llamar a sus hijos Adolf Hitler y Aryan Nation (nación aria). Mala idea. En este caso, una de esas malas ideas iceberg. ¿Que qué es? Una mala idea iceberg es una mala idea que revela con su aparición la existencia de un montón más de malas ideas debajo de ella. Aquí, toda una ideología sumergida bajo dos nombres.

Abres el navegador. Acudes a Internet. Ves que muchos tuiteros han decidido ponerse la cara de Mariano Rajoy en su avatar porque es Halloween. Eligen las peores caras del candidato. La idea, de inicio, te parece mala, pero graciosa.

La primera reacción del líder del Partido Popular (de su equipo de comunicación, digo) es una mala idea de las que ya no tienen retorno. «Cambie la foto de su perfil, por favor. Gracias de antemano», escribe a uno de los usuarios. Pronto son cientos los usuarios que se apuntan a ponerse la cara de Rajoy. Quizá podía haberse evitado de haber actuado de otra manera. Las dinámicas sociales son un misterio que los encargados de gestionar las redes sociales con algún fin determinado aún están desentrañando.

Varias horas más tarde, la misma cuenta de Rajoy, una vez comprobada la falta de efectividad de sus primeros mensajes, decide cambiar el discurso. Lanza la siguiente botella al mar: «Simpática iniciativa la del avatar de hoy. No perdáis el sentido del humor; es bueno en los tiempos que corren». Un mensaje más acertado que el primero, pero una mala idea también. ¿Por qué? Porque las buenas ideas son un producto perecedero. Llevar a cabo una buena idea fuera de su tiempo natural te convierte, sin más, en el ejecutor de una mala idea.

Es como cantar. Puedes cantar un perfecto Do, pero si lo haces cuando la orquesta ya ha pasado al Fa, estarás, y esto es lo más terrible de las ideas, cantando mal un Fa.

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Sobre el autor

Periodista en 'La Verdad'. Guardo un rincón para las cosas pequeñas en 'La esquina doblada'. En Twitter soy @garciabastida


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