Ring, ring. Sí, dígame. ¿Señor Rubén García? Sí, soy yo. Hola, le llamábamos de X, su compañía de telefonía móvil para comunicarle que le ha tocado por sorteo entrar en nuestra promoción de verano. Qué suerte la mía. Sí, señor García, verá, ¿le interesaría llamar gratis a todos los móviles X pagando únicamente el establecimiento de llamada? Mmmm… ¿Tengo que pagar algo para entrar en ese plan? No. ¿Tengo que pagar algo para salir de ese plan? No, señor García, cuando termine la promoción, sencillamente vuelve de forma totalmente gratuita a su plan de siempre. Entonces, ¿me dan llamadas gratis a cambio de nada durante tres meses? Eso es, señor García. Entonces sí, me interesa. Muy bien, recibirá usted un mensaje a partir del cual podrá llamar gratis a todos los móviles X. Perfecto. ¿Le interesarían mensajes gratis también? PAUSA.
En este momento uno empieza a sospechar. La amabilidad nunca ha sido el punto fuerte de las operadoras de telefonía móvil, especialmente cuando de regalar algo se trata. En los años que uno lleva pagando religiosamente su cuota mensual de contrato, jamás nadie le ha regalado nada sin que posteriormente exigiera algo a cambio. Acumulé puntos, y caducaron. Acepté un cambio de tarifa que me ofrecieron, y me cobraron. De pronto, un torrente de amabilidad se convierte en una amenaza. Sé lo que viene de camino. Así que saco los codos y me cubro el hígado. Doy un paso hacia las cuerdas. PLAY.
No creo que necesite los mensajes, muchas gracias. Muy bien, señor García. Una cosa más, ¿está contento con su terminal? Mmm, sí, se podría decir que sí. Se me cayó de un primer piso y seguía encendido. Creo que es como para estar contento, ¿no cree? Ya, pero qué modelo tiene. No lo sé con exactitud, ¿es importante? Sí, señor García; se lo digo porque al haber sido elegido para nuestra promoción, puede disponer del modelo xxxxx, de la marca xxxxxx, que es un terminal 3G, con mp3, bluetooth, radio FM y avanzadas características que le entregaríamos totalmente gratis a cambio de 18 meses más de permanencia con nosotros y 500 puntos. Le informo de que usted tiene más de 500. Señorita, tiene usted un concepto muy curioso del término ‘gratis’. En todo caso, ¿me podría repetir el modelo? Sí, se trata del xxxxx, de la marca xxxxx, con 3G, mp3, bluetooth, radio FM y avanzadas características. Ya, ya, eso me ha quedado claro, pero puedo acercarme a algún establecimiento de su compañía para ver el terminal, ¿no? No señor García, si no acepta la oferta en esta llamada, pierde la oportunidad y tendría que desembolsar cierto importe para conseguir el mismo móvil que yo le estoy ofreciendo ahora totalmente gratis. Señorita, es que no conozco el móvil. Señor García, ya le he comentado las características del terminal. Lo sé, pero es que tengo la manía de ver las cosas antes de adquirirlas, llámeme raro. Imagine que me lo quedo y que luego, cuando llegase el paquete a casa, resultase que tiene forma de calabaza, o purpurina por todas partes. Como comprenderá no quiero un móvil con forma de calabaza y mucho menos con purpurina, ¿me entiende? Sí, señor García, pero le aseguro que no tiene forma de calabaza, ni purpurina. ¿Acepta la oferta? Señorita, ¿me está diciendo usted que tengo que decirle que ‘sí’ a un contrato de permanencia de 18 meses, sin ver el móvil que me ofrece, y sin saber a qué precio podría conseguirlo en otras compañías? Ya le he explicado las condiciones, señor García. Bien, sólo quería asegurarme de haberlo entendido. Entonces, ¿le interesa el terminal? No señorita, ahora mismo lo único que me interesa es cambiar de compañía. Llevo dos años con ustedes y he visto regalar móviles a todo el que viniera de una operadora rival mientras que a mí, con 500 puntos se me presupuestaban 200 euros. Podía tragar con eso, se lo juro, pero con lo que no puedo es con las presiones y sus prisas por endosarme 18 meses de permanencia a quemarropa e intentando que sea tan rápido que ni me dé cuenta. Así que puede quedarse con su móvil calabaza, que yo me quedo con mi trasto resistente.
La telefonista cambió el tono y dijo: “Muy bien señor García, que tenga buen día”. Y no sé cómo, pero consiguió que yo entendiera: “Que le vayan dando, señor García”. La habilidad reside en el tono.
Dos meses más tarde tuve otra larga conversación con una amable telefonista que parecía muy interesada en conocer los inexplicables motivos por los que había solicitado la portabilidad a otra operadora. Era demasiado largo de explicar.
P.D: Nunca recibí el mensaje a partir del cual podía comenzar a llamar gratis a los móviles de la compañía X.