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Rubén García Bastida

La esquina doblada

Las alas de Saint-Exupéry

El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
-Por favor… domestícame -le dijo.
-Bien quisiera -le respondió el principito- pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, Ios hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
-¿Qué debo hacer? -preguntó el principito.
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca…
Antoine De Saint-Exupéry. El Principito.

Las caídas son siempre tristes, casi desde cualquier altura, casi de cualquier cosa. Cuando tenemos noticia de alguna, hay algo que se activa en nosotros, una alerta, una alarma irritante, como si nos sintiéramos amenazados al recibir el periódico recordatorio de que la gravedad sigue ganándonos a los puntos.
Son tristes las caídas accidentales, pero más tristes, los derribos: esa traición, ese juego sucio. Al fin y al cabo, lo único que uno espera cuando se dispone a luchar contra la gravedad, es que sea una lucha limpia, sin intermediarios ni interferencias, sin disparos y sin zancadillas.
En el año 1944 Saint-Exupéry desapareció a los mandos de un ‘Lightning 38’.
Hasta el año 2000 no volvió a haber noticias. Fue entonces cuando el fuselaje de un ‘Lightning 38’ apareció en la bahía de Marsella. Cuatro años más tarde se confirmaba que aquella pieza pertenecía al avión del escritor.
Nadie sabía muy bien qué hacía en la bahía de Marsella el fuselaje del avión de Saint-Exupéry. El autor de ‘El principito’ podía haber tenido una avería, un error de pilotaje. Barajaron la posibilidad del suicidio, de un golpe de viento inesperado, pero él era un piloto demasiado experimentado.
Apareció en la prensa: ‘Hallan restos del avión de Saint-Exupéry’. Desde entonces, un alemán –que a día de hoy cuenta con 88 años– ha estado esperando a que alguien llamara a su puerta y le preguntara por lo sucedido.
Sabía que cualquier día de estos tenía que pasar. Y ocurrió. Cuando llamaron a su puerta no se hizo de rogar: “Pueden dejar de buscar. Fui yo quien abatió a Saint-Exupéry” .
“Yo esperaba que no fuera él, porque en nuestra juventud todos habíamos leído sus libros y los adorábamos”, aseguró el piloto alemán.
Dio algunos detalles más. Sabemos por ejemplo que no disparó al fuselaje. Una vez se situó tras el aparato de Saint-Exupéry, apuntó donde más le duele a un poeta: a las alas.

Sobre el autor

Periodista en 'La Verdad'. Guardo un rincón para las cosas pequeñas en 'La esquina doblada'. En Twitter soy @garciabastida


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