Micah P. Hinson llegó a Elche de mal humor y con una guitarra con tres pegatinas que me hicieron sonreír. La primera, en la zona central, replicaba la portada de su nuevo disco ‘Micah P. Hinson and the Nothing’. La fotografía del cuerpo de una mujer que se agarra a sus tacones por detrás. La segunda lanzaba un mensaje con historia. Rezaba: “This machine kills fascists”, el mismo que llevaba sobre su su guitarra el músico de folk estadounidense Woody Guthrie entre los años 40 y 60 del siglo pasado. Probablemente el artista que más influyó en el nacimiento de otra gran figura del folk, Bob Dylan, que le admiraba tanto que llegó a emprender un viaje para conocerle personalmente en sus últimos años de vida. La canción ‘Song to Woody’, incluida en el primer disco de Dylan, da fe de la profundidad de su amor por Guthrie. Así, tomé aquella pegatina en la guitarra de Hinson como una declaración de intenciones, una marca de denominación de origen, un sello que indica la procedencia de sus acordes.
La tercera pegatina decía: “Fuck you, I’m Batman”.
Hinson dio esa noche un concierto muy pequeño y muy grande en la sala Subway de Elche. Sin trucos: solo su voz, su guitarra, un teclado en una esquina y una reducida banda de acompañamiento: bajo, batería y guitarra. Siempre cediéndole a él todo el protagonismo.
Algunos en el público se empeñaron en hablar demasiado alto entre canción y canción, y Hinson no tardó en recordarles que habían pagado una entrada para oírle y que había otra gente que también había pagado una entrada para oírle. Llegó incluso a invitarles a abandonar la sala previa devolución del importe. Como decía, Hinson no estaba de humor aquella noche en Elche. Su enfado era tan evidente que comenzaron a escucharse algunas risas en la sala cada vez que espetaba entre dientes un ‘fuck off’, un ‘fuck you’ o un ‘fucking lo-que-fuera’. Cosa que pasaba en una de cada cuatro palabras. Probablemente, aquel murmullo le enfadara un poco más, y he ahí una pescadilla que se muerde la cola.
Hinson, además, evidenciaba algunas dificultades motrices. Cada vez que se quitaba o se ponía la guitarra daban ganas de acercarse y ayudarle. Al final siempre lo conseguía solo, pero dejando tras de sí una buena ristra de interjecciones malsonantes, que alimentaban la broma en la sala.
Su mujer, Ashley Bryn Gregory, esperaba entre el público el momento de subir al escenario con una cinta roja en el pelo. Juntos protagonizaron uno de los momentos de la noche, cuando la chica acompañó a Hinson con unos coros que te hacían ver por momentos a Dylan y Joan Baez, o a Johnny Cash y June Carter, a una pareja de otro tiempo con un sonido de otro tiempo. No hay vídeo del momento en cuestión, pero he encontrado una actuación de la pareja que da una idea de lo que hablo:
Pese a que probablemente Hinson no tenía su día, y que de buen gusto se habría liado a puñetazos con alguno, ofreció un concierto lleno de talento a quienes lo quisieron escuchar, y dejó a todos callados de una vez por todas con su interpretación de ’Sons of USSR’, una de las melodías más inspiradas del nuevo disco.
Cuando terminó el ’show’, Hinson sacó una caja de cartón llena de discos y comenzó a venderlos y firmarlos. “Es un poco caro pero algún día valdrá un montón de dinero”, dijo. Aún no tengo claro si lo decía en serio o con cierta ironía, pero lo cierto es que no se reía. Tras vender uno de los discos, intentaron hacerle posar para una foto, Hinson se apartó de un salto. “Oh, no, no, no, no, no. No flashes, please”. A esas alturas no sorprendió. Supongo que Batman hubiera hecho lo mismo.