Sin preguntar. Te endosan una hamburguesa con queso. Dijiste que eras alérgico. Ellos debieron escuchar “la-la-la-la-la-con-que-so”. Pides un ‘con leche’ y te deslizan un cortado sobre la barra. Te encoges de hombros, te lo tomas. Y compras un coche, por ejemplo, y te regalan, por ejemplo, una extensión de garantía que te obliga a pasar por el servicio oficial durante cuatro años. Y te gastas una fortuna en cambios de aceite que podrías haber invertido en un fondo para reparaciones mecánicas en caso de avería.
Tus amigos te envían spam, sin preguntar, correos con powerpoints, con enjambres de direcciones que servirán para alimentar nuevas rutas de futuros correos con powerpoints que llegarán, esta vez, de personas que ya no serán amigos tuyos. Te cuelan un antivirus con el ordenador, un sistema operativo, Windows dicen, Vista añaden. Te ponen papeles en los limpiaparabrisas, sin preguntar, anunciando un lavadero, una clínica de belleza, la venta de un piso, de uno de esos pisos, ya sabes. Y te regalan una copa, te abres una cuenta, y te regalan una tarjeta, que al principio es gratis, pero que luego te cobran, y un servicio de mensajes de texto al móvil, maravilloso, para saber si has sacado, si has pagado, si hay un movimiento, si se mueve una mosca entre los números de tu cerdito de barro. Y como es gratis, como no cuesta nada, como es maravilloso, te vas a casa y tres meses más tarde te faltan cinco euros, no sé, seis, y no sabes, ni sospechas adónde han ido a parar. “Es el pago por el servicio de mensajes”, te dicen.
Y nosequién te ha añadido a su lista de amigos de nosequé servicio web, y tu tia del pueblo te ha comprado una mesa de metacrilato, y sonríes, y nadie te preguntó si la querías de metacrilato. Nadie te preguntó si querías una mesa en realidad.
Y te dan de alta en el servicio de roaming, pongamos por ejemplo, y te lo comunican –qué detalle– con un escueto mensaje. Ahora, si quieres puedes darte de baja, te dicen, pero no recuerdas haber querido darte de alta.
Si estás harto de que te pongan las hamburguesas con queso y los coches con extensión de garantía y los ordenadores con programas caros, tal vez esto te sea de utilidad.
Me he cruzado con las instrucciones para darse de baja de los servicios de publicidad por SMS de Movistar. Un servicio más en el que te dan de alta por defecto. Las elaboró Alvy, uno de los editores de Microsiervos basándose en su experiencia personal. Si podéis, leed el post, porque no tiene desperdicio. Lo mejor, sin duda, las actualizaciones.
En fin, sirva esto como muestra del mundo en que vivimos.
Son sólo doce “cómodos” pasos, como dice el autor. Los reproduzco para quien pueda servir de ayuda:
Sed libres. Sed felices.