En un rincón del Amazonas, en Padre Cocha, existe un lugar rebelde donde un grupo de voluntarios se empeña en salvaguardar las mariposas. Se trata de Pilpintuwasi: el proyecto personal de una austriaca que se enamoró del río y de la vida que crece junto a él y lo dejó todo. Lo visité este verano cuando buscaba un sitio lo suficientemente alejado de las investiduras fallidas, y puede que aún no haya regresado del todo. Allí, un guía llamado Segundo explicaba cómo cada año reciben a voluntarios de todo el mundo para poner su granito de arena en una labor tan minúscula como delicada. Ver en acción a Segundo hacía que lo entendieras todo. A la mayoría de la gente esas mariposas no le importan lo más mínimo, pero otros pasan meses vigilando sus crisálidas sin esperar nada a cambio. El protagonista de ‘Tokio Blues’, Tōru Watanabe, decía: «A veces me siento como el portero de un museo vacío, desierto, que ya nadie visita. Y yo lo custodio solo para mí». Siempre me pareció una buena definición de aquello que hacemos sin más remedio, haya recompensa o no, lo valore alguien o no. Hace un par de años el actor italiano Giovanni Mongiano se hizo célebre por interpretar una obra en el Teatro del Popolo de Gallarate, al norte de Milán, con los técnicos de luces como único público. Él también cuidaba de algo solo para sí. La taquillera le había avisado antes de empezar de que no habían vendido ni una sola entrada, pero él decidió salir y hacer la función igualmente.
Hay una canción de Oasis escrita por Noel Gallagher que se titula ‘The importance of being idle’ (‘La importancia de estar ocioso’). La letra dice: «Estaré bien, si me das un minuto». El compositor reconocía en las entrevistas de la época que era una oda a su propia pereza y que, para esta, solo existían dos excepciones: componer y escuchar música. Su vicio no se parece tanto a un museo desierto como a un estadio a rebosar. Algunos cuentan con la suerte de conectar su pasión íntima con la de otros muchos. Puede que estas vacaciones sean un buen momento para tomarse ese minuto y dedicarlo a lo que nos mata. Luego no estaría mal insistir en ello el resto del año. Ojalá más gente cuidando de sus museos vacíos. El mundo tendría otra pinta.
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