La situación del Gobierno regional recuerda a un llamativo fenómeno botánico
Existe un fenómeno en botánica que me tiene fascinado, empezando por su nombre y continuando por su descripción. Se llama timidez de los árboles y provoca que las hojas de sus copas eviten tocarse, dejando un dosel de aire que los mantiene individuos, una grieta de luz de apenas unos centímetros que parece el resultado de un acuerdo tácito de reparto del espacio. De aquí para allá, yo; de allí para acá, tú. La ciencia lleva intentando responder a este extraño comportamiento desde los años 20. Algunos defienden que se trata de una forma de defensa respecto a las plagas vecinas, otros que ocurre por el rozamiento y la erosión de ramas y las hojas ante las sacudidas del viento. Hay quien lo achaca a una huida de la proyección de sombra del vecino.
Me maravilla tanto que he tenido que seguir leyendo sobre el tema, y he descubierto, por ejemplo, que ocurre solo en determinadas especies, mientras que otras, más despreocupadas por la identidad, prefieren mezclarse y dejar de ser árboles para volverse bosque.
En los últimos días, esas grietas en las copas de los árboles me han recordado a la situación actual del Gobierno regional. Algo debe tener que ver que hayamos escuchado -por primera vez en 25 años- que la Comunidad ha sido presa de «cierta dejadez» gestionando el Mar Menor con que la portavoz del Ejecutivo, que pronunció el ‘mea culpa’, pertenezca a Ciudadanos y no al PP, que ha gobernado en solitario durante los años de mayor degradación de la laguna. En torno a este asunto hemos asistido también a episodios tan llamativos como la comunicación epistolar de la vicepresidenta con López Miras o la advertencia del portavoz parlamentario naranja a los populares de que son «sus socios» pero no serán sus «cómplices».
La comunicación en torno al drama ambiental ha dejado en cuarentena la promesa de que este sería «un solo gobierno», y ha destapado la circulación subterránea de corrientes peligrosas para la estabilidad del pacto.
Si los periodistas fuéramos los científicos que estudian el fenómeno, deberíamos reconocer que tampoco nosotros nos ponemos de acuerdo sobre las causas, que no sabemos si los socios de Gobierno mantienen esa distancia mínima para evitar el contagio de las plagas del otro, si lo hacen por el desgaste que provoca la sacudida diaria de gobernar en comandita o si huyen de la sombra que proyecta el partido contiguo, intentando que el sol incida con mayor fuerza sobre las siglas propias de cara a la próxima cita electoral. Lo que todo el mundo puede ver es que están juntos pero no se tocan.