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Rubén García Bastida

La esquina doblada

El día de La Mandrágora

La exhumación de los restos de Franco no tuvo nada que envidiar a la más disparatada ficción

Presenciamos absortos el espectáculo entre vivas y loas. A muchos nos pilló desprevenidos el ‘show’ en que se convirtió la exhumación del dictador cuya sombra ha teñido de gris la historia de este país. La televisión ametrallaba estampas surrealistas en los huecos que dejaban los análisis de los tertulianos y pudimos ver, entre otras cosas, a un tipo bajito y ancho como un tanque gritar ‘viva Franco’ como si cobrara por decibelio, embutido en una cazadora de cuero y con pinta de venir sin dormir de una concentración de fans de las motos ‘cruiser’. Le secundaban dos señores que tenían cara de haber visto perder a su equipo. Y seguimos a lo nuestro. Más tarde escuchamos a un camerunés de Vox, Bertrand Ndongo, todo un clásico ya en el panorama político español, muy indignado con la situación; y a Chen Xiangwei, un ciudadano chino que expresó su tremendo enfado por el traslado de los restos entre balbuceos debido a sus pobres nociones de castellano, pero que debe conocer lo suficiente el país como para haber llamado a su hijo como el dictador. Franco Chen, le puso. De lo poco que pudo decir el hombre, dedujimos que debía ser al menos tan franquista como chino y, a tenor de las imágenes, parecía bastante chino.

El país se asemejó por un instante a una canción de La Mandrágora, una sátira hiperbólica ideada por el fantasma del grupo musical con que Javier Krahe y Joaquín Sabina recorrieron los bares del Madrid de los primeros 80 ante un público que había perdido el miedo a la burla, que es la primera palada de tierra con la que se sepulta a las dictaduras. Concretamente recordó a ‘Adivina, adivinanza’, que narra en tono jocoso el sepelio del caudillo y por cuya letra desfila una disparatada comitiva fúnebre. No tuvo mucho que envidiarle la exhumación a aquella ficción. Vimos, por ejemplo, a gente haciéndose selfis con Tejero, reconvertido en héroe. Un hombre tan peligroso como atestiguan los agujeros de bala en el techo de nuestro Congreso de los Diputados.

Las imágenes que desgranó el día dejaron la sensación de que nos hubiéramos perdido algo. Como esas cajas de pizza que, hará cerca de un año, lanzó una cadena estadounidense con un peculiar mensaje de advertencia: «Abrir la caja antes de comer la pizza». A veces no conoces el motivo de las cosas pero intuyes que debe haber una buena historia detrás. El 24-O me dejó esa sensación con mucha gente. Tras sus comportamientos también hay una historia. Una muy agria que debían haber olvidado por completo los Franco cuando, en un forcejeo con la Policía, gritaron exasperados: «¡Esto es una dictadura!». Lo otro lo fue.

@garciabastida

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Sobre el autor

Periodista en 'La Verdad'. Guardo un rincón para las cosas pequeñas en 'La esquina doblada'. En Twitter soy @garciabastida


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