>

Blogs

Alto, oscuro y espantoso

Dos años antes de que el actor John Wayne muriera, su colega sir Christopher Lee (que se nos ha ido estos días hasta que vuelva a resucitar, como lo hizo tantas veces por exigencias del guión) tituló su autobiografía, con ironía británica “Alto, oscuro y espantoso”. Venía alimentándose la leyenda de que sir Christopher, quien a tantos personajes terroríficos había interpretado, era, en la vida real, un erudito ocultista y que practicaba la magia negra. Se decía que su biblioteca más o menos satánica alcanzaba varios miles de volúmenes, tal vez encuadernados en piel de niño. El caso es que Wayne, que se moría lentamente a causa de una antigua radiación nuclear, quiso que el epitafio de su tumba fuese “Feo, fuerte y formal”, en castellano. Una especie de reverso positivo del “Alto, oscuro y espantoso” de Lee. El bien simbolizado por el heroico Wayne contra el mal simbolizado por el siniestro sir Christopher. Como suele ocurrir, ganó el mal. Por extrañas razones, nunca se llegó a cincelar ese bonito epitafio sobre la lápida de John Wayne, contra sus expresos deseos. En cambio, la alta, oscura y espantosa sombra de sir Christopher Lee, de la que se sentía orgulloso y que metía el miedo en el cuerpo a todos los que lo veían (tan orgulloso estaba que jamás se operó los desiguales, sucios y caballunos dientes inferiores, que lo hacían más inquietante), no hizo sino crecer hasta la fecha en que ha muerto. Puede que siga creciendo más a partir de ahora…

Que Lee se metiera a cantante de “heavy metal” unos años después no ayudó a disipar esa fama de nigromante que pesaba sobre él. Hasta que un día, cansado de que tipos raros le llegaran continuamente guiñando el ojo y diciendo que eran satanistas, advirtió a la gente que no debía jugar con esas cosas. “no solamente perderás tu cabeza, también perderás el alma”. No era ningún estúpido asomándose allá donde nunca se debe. Él era un caballero con ansias de conocimiento, pero nada más. En realidad, la biblioteca maldita de sir Cristopher Lee se reducía, según él, a cuatro o cinco volúmenes que había curioseado. Pero su alta, oscura y espantosa figura sí era, efectivamente, una profunda conocedora de los mitos, religiones y saberes ancianos de todo el mundo (para algo le debía servir manejarse en doce lenguas), y particularmente los de su natal y neblinosa Inglaterra. El Christopher Lee real se parecía a su personaje de Nicholas, duque de Richleau en la película “The devil rides out”. Refinado, talentoso, benéfico, aristocrático -por familia materna, Lee descendía de Carlomagno, a quien le dedicó varios discos de heavy-. Ciertamente, “The devil rides out” se basaba en una novela de un amigo bastante inquietante de Lee, el escritor que amasó una gran fortuna gracias a sus tramas diabólicas Dennis Wheatley. Pero, aunque la conociese, Lee no practicó las artes oscuras.

Lee creía que hay que conocer profundamente el mal para distinguirlo del bien. A los tontos les da igual porque creen que todo es relativo. En realidad, sir Cristopher, quien casi mata una vez del susto a un campesino italiano a cuya puerta llamó en la alta noche (porque se le había roto el coche a unos kilómetros y el ya archiconocido Drácula se acercó a la única luz que divisó), tuvo un gran maestro en lo de inocular miedo en la gente, el más fino e intimidante maestro de todos, de quien dramatizó muchos de sus cuentos cuando llegaban las gélidas navidades. Lee quiso trasladar a sus interpretaciones altas, oscuras y espantosas la profundísima impresión que le causó, en su infancia como alumno, la visión del medievalista Montague Rhodes James, rector del colegio de Eton. El mejor y más insidioso escritor de cuentos de fantasmas y demonios que ha existido, y un hombre asustante que no conoció más placer que el dejarse los ojos entre el polvo de capillas clausuradas devoradas por la hiedra. Recordaba sir Christopher a James: “con su cara muy seria y quieta, de buho, y su gran capa negra flotando alrededor, daba miedo…”


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Temas

Sobre el autor

José Antonio Martínez-Abarca. Nació una vez en un sitio tan bueno como otro cualquiera. Es lo que antiguamente solía llamarse un "columnista de prensa". Ha publicado demasiado sobre demasiados asuntos en diversos periódicos; pero guarda pocos recuerdos de ello, como si le hubiese sucedido a otro. Puede que, en efecto, fuera otro. Esto es lo primero que escribe sin aplicar la autocensura. Todos los lugares y hechos de este diario serán reales. Sólo se ocultarán algunos nombres por una doble cortesía: hacia el pudor de las señoritas y hacia el vigente Código Penal. Pretendo sólo salvar lo que de valioso hay en cualquier pequeño infierno cotidiano, para hacerlo llevadero y a veces sublime.


junio 2015
MTWTFSS
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
2930