En el curso de la vida, conforme se gana experiencia enriquecedora se va perdiendo, por algún agujero oculto, otra parte de esa misma experiencia. Cuando se dice “los viejos tienen mucha experiencia” muchas veces no es exacto. Han podido perderla. De pronto, con los años, te enfrentas a cosas que habías hecho mil veces antes con la falta de habilidad del que las hace por primera vez. O descubres que desconoces cómo proceder en lo mismo en lo que sobresalías. La experiencia se acumula, pero sólo hasta cierto punto.
El día en que lo necesitas, buscas lo que te ha venido enseñando la vida, y no lo hallas. Como si no hubieses estado allí. Es muy desconcertante. La experiencia va enriqueciendo a la persona pero también va perdiéndose parte del cargamento con el que creíamos que contábamos, por el camino. Como los contenedores que caen por accidente desde los cargueros al océano, sin que en principio nadie lo advierta.
Dicen que la cultura consiste en todo aquello que has sabido alguna vez y has olvidado. La experiencia consiste en todo aquello que has ido aprendiendo de la vida pero que ya has desaprendido. Desconozco si esto se debe a que el espacio mental para apilar todo aquello de lo que te llegas a enterar en la vida es limitado. Pero cuando se necesita apelar a la experiencia vivida, encuentras que donde vas a buscar no encuentras lo que pretendías. El trastero, que tenías bien amueblado, ha sido pasto de la carcoma, y sólo queda un polvillo inservible. Preguntas: ¿fui capaz de hacer eso? Ahora no serías capaz de repetirlo. Las tablas, el oficio, la experiencia las guardas dentro de ti durante años y años, pero un día vas a echar mano de ellas, revolviendo en el fondo del montón de vivencias, y sencillamente no están.
Eso les ocurre a la mayoría de compositores de música popular, por ejemplo. Casi sistemáticamente. En su época de esplendor son considerados genios sin discusión. Pero van envejeciendo y, sin razón explicable, son incapaces de hacer una composición que recuerde lejanamente a ellos mismos. Cuando se supone que están en la época de alcanzar una mayor profundidad emocional no son capaces de trasladarla al exterior. Es como si empezaran de nuevo, pero despojados no sólo de su experiencia sino también de su talento. Como si los hubiesen succionado por dentro, dejándolos en el chásis.
La experiencia que creíamos que no nos abandonaría también se va. Como se va todo lo demás. Una de las grandes paradojas de la vida es que a los cuarenta años la misma persona tendrá probablemente más experiencia de la que podrá echar mano a los ochenta. La vida consiste en un lento proceso de vaciamiento, de desalojo.