Los jugadores de rugby son, como resulta previsible, hombres poco impresionables. Si son casi indiferentes al dolor de sus huesos rotos, en los que no creen, mucho menos repararán en visiones sobrenaturales y presencias inexplicables. Para ellos la realidad es sólo aquello que puede ser apartado de un empujón.
Sin embargo, la selección galesa de Rugby se ha hospedado durante el Mundial de naciones en una casa de campo cerca de Londres, considerada encantada desde tiempos de la Reforma y usada como residencia de lujo desde el siglo XIX. Según cuentan las noticias deportivas de The Irish Times, aquellos muchachos, ejemplos exuberantes de materialidad física, vieron de madrugada que suspendidas en el aire había figuras imposibles de placar ni derribar. Empezaron a preguntarse cosas extrañas a un jugador de rugby, cosas que no tienen cabida en el gimnasio ni en en la cervecería. No llegaron muy lejos en el torneo.
Algunas presencias fueron vistas concretamente en la habitación 1313, centro de las energías de la casa. Antes este tipo de estancias con vida propia se cerraban para siempre, dejando que se corrompiese dentro la respiración de otro siglo, como un pulmón que hubiese quedado en suspenso. Gentes más prudentes, aquellas de antaño, giraban por última vez la llave de esos cuartos y la dejaban caer en el hueco de un árbol. Cuando mostraban las hileras de habitaciones a los huéspedes, pasaban de largo la puerta cegada, saltaban de casilla como en el juego de la oca. “No tenemos noticia de que aquí haya sucedido nunca nada extraño, señor. Aquí somos gente de bien. Tal vez en el pueblo de al lado…”, era el tipo de respuesta a los curiosos. Hasta que perseguir espectros se puso de moda. El turismo de avistamiento de fantasmas, tan pujante como el que recorre el planeta contemplando pájaros, ha reabierto al público los lugares sobre los que antes se guardaba silencio. Como el cuarto 1313 de la residencia de Oatland Park.
Warburton, el capitán de la selección galesa de Rugby, se empezó a plantear cosas impropias de un deportista de élite cuando escuchó el relato de lo que había visto Lydiate, su compañero de cuarto. No pegó ojo en varias noches, y no entrenó bien. El resto del grupo reaccionó con flema: “algunos muchachos gastan bromas escondiéndose en los armarios”. La Unión galesa de rugby, no muy convencida sobre la explicación de los armarios, decidió tomar cartas en el asunto: no es nada conveniente para un deporte basado en la geometría de los espacios que los jugadores sospechen que hay más dimensiones de las tres comúnmente asumidas. Otras dimensiones espaciales desde donde algo o alguien los mira. Desalojaron y cerraron de inmediato la habitación 1313. La selección galesa de rugby, la “XV del dragón”, no volverá a ningún hotel que haya sido residencia hechizada.
Al menos si al día siguiente aspira a ganar algún partido.