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Fornicamos poco o nada

Publica este periódico que, según un estudio oficial de provincias, la actividad sexual de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales es “infinitamente mayor que la de cualquier hombre o mujer hetero”. Es un estudio concienzudo: por cómo dejan sentenciadas las cosas, se nota que han consultado a todos los heteros del mundo mundial (¨cualquier¨) y han resuelto que el sexo de éstos es “infinitamente” más escaso que el de las personas homo. Se presupone que habrán contado con un equipo de astrofísicos para medir tal infinitud. Porque el estudio ha fijado los límites exactos de esa incalculable distancia: los homosexuales declaran que han tenido relaciones con 139 personas de media, mientras que el hetero se aburre mucho antes. Algunos heteros, a pesar de (o precisamente por) nuestra morbosidad casi demoníaca que no se conforma con cualquier cosa, nos aburrimos, no antes de esa cifra, sino infinitamente antes.

Tal vez este impresionante documento sobre las costumbres homosexuales en provincias arroje esas cifras no por una supuesta mayor desinhibición de los “homo” sino por la mayor energía, también la sexual, que da el optimismo. Lesbianas, gays, transexuales y bisexuales están hoy más entusiasmados con el mundo, y sus seres, y su sexo, que los hetero. Es normal, han sido demasiados años en el armario. El hetero, en cambio, está desmotivado, el varón al menos. Adquirió cierta fama una frase que respondió supuestamente hace más de veinte años el presidente socialista de la Comunidad Madrileña, Joaquín Leguina, al presidente del Gobierno Felipe González, cuando éste le preguntó de repente en un acto político: “Joaquín, ¿tú follas?”. “Ni me acuerdo de la postura, Presidente”, dijo Leguina. Eran por entonces dos hombres maduros todavía en buen uso. Pero la política, contra lo que dice ese lugar común de que aumenta el erotismo, volvía lánguido.

Hoy te vuelve lánguido y quita las ganas de todo, aparte la política, la discusión castradora en la que se encuentra metido el “rol” masculino heterosexual en occidente. O las redes sociales, que todo lo que tocan lo vuelven falso, odioso. O el mal trago de tener que decir “no” a las solicitaciones de una chica que no nos interesa, cuando ellas llevan metido en la cabeza el mito grotesco de que los hombres hetero siempre decimos “sí” a cualquier proposición, aunque sea la de meterla en el quicio de la puerta. O la indescriptible pereza de tener que empezar otra vez la misma consabida danza del apareo con gente becerra que no te importa ni que te dé los buenos días. Tenemos las mismas ganas que los “homo”, pero mucho más fatalismo y “ennui”. En eso de que concretamente los hombres heterosexuales (los solteros) estemos infinitamente alejados de las cifras sexuales “homo” influye, decisivamente, nuestra falta de ilusiones con nadie, nuestra falta de confianza en el mundo, nuestra falta de auténticos estímulos y nuestra falta de suficiente siesta.

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Sobre el autor

José Antonio Martínez-Abarca. Nació una vez en un sitio tan bueno como otro cualquiera. Es lo que antiguamente solía llamarse un "columnista de prensa". Ha publicado demasiado sobre demasiados asuntos en diversos periódicos; pero guarda pocos recuerdos de ello, como si le hubiese sucedido a otro. Puede que, en efecto, fuera otro. Esto es lo primero que escribe sin aplicar la autocensura. Todos los lugares y hechos de este diario serán reales. Sólo se ocultarán algunos nombres por una doble cortesía: hacia el pudor de las señoritas y hacia el vigente Código Penal. Pretendo sólo salvar lo que de valioso hay en cualquier pequeño infierno cotidiano, para hacerlo llevadero y a veces sublime.


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