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Joaquín García Cruz

Menuda política

Ortiz entra en juego

A falta de menos de tres semanas para el congreso del PSRM, nada hay decidido. Ni siquiera perfilado. A ninguno de los tres precandidatos que hasta ahora se han postulado para optar a la secretaría general le salen las cuentas por el momento; de ahí su invisibilidad, y el lenguaje soterrado, las evasivas y los juegos de artificio con que se pronuncian, si es que se ven obligados a hacerlo, ante la opinión pública. En estos días, un mal paso, una declaración ambigua o un silencio mal calculado, cualquier error por nimio que parezca, podría convertirse ante los 300 delegados en un mensaje suicida.

Es el momento de las estrategias, y en eso están, desplegando con prudencia sus mejores dotes persuasivas, los tres postulantes: el médico Rafael González Tovar, exdelegado del Gobierno; el abogado Joaquin López, diputado regional; y el también abogado Roberto Garcia, alcalde de Beniel, uno de los cuatro únicos regidores que le quedan al partido en Murcia; este dato tiene su importancia, porque para muchos constituye el activo principal de Roberto García. Frente a la derrota sin paliativos sufrida por el PSOE en 2011, el de Beniel mantuvo la llama socialista en su pueblo, por segunda legislatura consecutiva, lo que añade a su perfil el valor de una gestión pública reconocida en las urnas. Dicen que de los tres precandidatos es quien más ha esprintado en la última semana para llegar a todas las agrupaciones posibles en busca de apoyos.

Rafael González Tovar tampoco se está quieto. Corre que se las pela, y se cree particularmente legitimado para dar el salto desde que en las legislativas de noviembre se le disuadió de que batallara por encabezar la candidatura al Congreso a cambio de reservarse para ocupar la dirección del partido. Fue una suerte de pacto con el secretario  general, Pedro Saura -quien ahora no cuenta-, una ‘entente cordiale’ que, paradójicamente, se resolvió situando al frente de la lista a su hija, María González Veracruz (encumbrada después por Rubalcaba a la Comisión Ejecutiva Federal), y asegurándose Saura un escaño en la Cámara Baja; o, lo que es lo mismo, dejando a Tovar fuera. Del exdelegado, cuentan sus detractores que le pueden la ansiedad y su acusado personalismo.

El tercero en liza, Joaquín López, encarna la imagen de la renovación: 36 años, un discurso más fresco, disposición a revisarlo todo (incluida la terca oposición a los trasvases), y un bagaje orgánico escaso, que se limita a tres años al frente de la irrelevante vocalía de Libertades; eso le exonera de los desmanes cometidos por el equipo de Saura, aunque otros analizan esta circunstancia -junto con la ambición que le atribuyen- como una debilidad de López, en la medida en que tendría menos anclaje en la militancia.

El tiempo apremia. A 19 días de la elección, los precandidatos deberían haber salido ya por la bocana rumbo a conquistar abiertamente el voto de las agrupaciones. Pero permanecen amarrados a puerto, echando números que a ninguno acaban por cuadrarle, y cuidándose de una maniobra que les hiciera zozobrar. El PSRM, en sus horas más bajas, no se quiere permitir un congreso con enfrentamientos del que salga una Ejecutiva sin un respaldo incontestable. Sería una victoria pírrica y una mala señal para una sociedad que desde 1995 mantiene a los socialistas en las catacumbas, tanto por los aciertos de Valcárcel como por sus prácticas cainitas. Hoy, todos aceptan en el PSRM que no existe, de entre los tres postulantes, un precandidato favorito capaz de asegurarse el refrendo mayoritario.

Pero en este escenario de indefinición ha irrumpido por sorpresa un elemento que puede terminar ahormando los intereses en juego: la figura de Ramón Ortiz. El senador, un histórico del partido, ex secretario general, que tuvo la gallardía de dimitir ante un mal resultado electoral, un dirigente de toda la vida a quien sus críticos achacan la condición de maniobrero, y sus partidarios la virtud de la ortodoxia y una probada habilidad táctica, se erige hoy como una referencia sólida capaz de suplir la carencia de liderazgo en el PSRM. De momento, Ramón Ortiz se mueve entre bambalinas (su terreno preferido), y transmite un mensaje unificador a quienes se le acercan en busca de un consejo áulico. El viernes desayunó con Joaquín López y Roberto García, a quienes trató de convencer de la bondad de una candidatura de integración, y la misma convicción ha trasladado a Rafael González Tovar. Ortiz piensa que el interés supremo del partido puede y debe anteponerse a las legítimas aspiraciones de los tres postulantes, lo que incluye la superación de la aparente incompatibilidad personal que separa a dos de ellos, Rafael González y Joaquín López. Al senador de Cieza, zorro viejo y maestro del regate, resulta imposible arrancarle hasta dónde está dispuesto a jugar en el congreso, pero hay quienes han estado con él estos días y aseguran que, llegado el caso y agotadas las apuestas conciliadoras, asumiría un papel protagonista, siempre que creyera segura una mayoría aplastante de delegados, con el fin de evitar la confrontación. Sería una traslación a Murcia del ‘modelo catalán’ de gobernar el partido, con un secretario general volcado en la tarea orgánica (Ramón Ortiz) y un presidente o vicesecretario de perfil más institucional (Rafael González, quizá Roberto García), a quien la organización llevaría en volandas hasta su nominación para la Comunidad Autónoma en 2014. En tal caso, el sacrificado, Roberto García o González Tovar, se integraría en un puesto importante de la dirección (la vicesecretaría o la presidencia), pero Joaquín López se vería excluído. El diputado no se imagina  en una Ejecutiva comandada por un histórico, y menos aún si la nominación a San Esteban quedara reservada a González Tovar: se conformaría un equipo de mucho peso en el PSRM, pero con una pátina de continuismo muy alejada de la renovación que él predica. En el supuesto de que esta combinación Ramón Ortiz-González Tovar-Roberto García cuajara, Joaquín López renunciaría -casi seguro- a plantear batalla, y seguiría esperando su oportunidad. Dado que el tiempo para tomar decisiones se agota, López podría comunicar la suya en los dos o tres próximos días: o sigue adelante o  tira la toalla en favor de una solución, aparentemente integradora y mayoritaria, pero en la que él no cree.

Así está, hoy, el tablero precongresual del PSRM, con tres precandidatos difíciles de conjugar porque los tres persiguen un mismo objetivo -hacerse primero con la secretaría general, y luego con la nominación-, y porque, a diferencia de congresos anteriores, a ninguno le salen todavía las cuentas. Los conocedores de la partida creen que solo Ramón Ortiz podría con sus buenos oficios romper el equilibrio, bien poniendo de acuerdo a los tres postulantes, bien prestándose a encabezar una candidatura que sobre el papel resultaría temible para quienes prefirieran quedarse al margen de la jugada.

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