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Joaquín García Cruz

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'Tijerorexia', la nueva compulsión

El catálogo creciente de las nuevas adicciones incorpora ya la drunkorexia. Consiste en dejar de comer para poder beber más, conscientes sus acólitos de que el aporte calórico elevado del alcohol les llevará a engordar -por eso comen menos-, y de que semejante conducta provoca desnutrición severa y daño hepático, además de machacarles el cerebro. Hasta hace poco, las adicciones eran por lo general la consecuencia de un trastorno nervioso de origen incierto, que arrastraba a sus víctimas hacia la anorexia, la vigorexia, la ludopatía y tantas otras. Ésta, no. La drunkorexia, por lo que sus descubridores cuentan, requiere de una voluntad expresa para engancharse. Es terrible, al igual que los casos de las adolescentes hospitalizadas esta semana en Asturias por intoxicación etílica después de que se introdujeran en la vagina tampones empapados en alcohol. Al paso que vamos, surgirán adicciones inimaginables aún.
Los últimos datos sobre salud mental ofrecidos por la Consejería de Sanidad arrojan un incremento del 10% en el número de los pacientes atendidos el año pasado en las consultas psiquiátricas. La estadística asistencial todavía no recoge casos de drunkorexia, ni de ‘eyeballing’, la última extravagancia para emborracharse (aplicación directa del alcohol en los ojos). Tampoco incluye ejemplos de ‘tijerorexia’, el trastorno obsesivo en el que han caído muchos gobernantes, tentados por la compulsión de los recortes. Al menos las adicciones clásicas, y estas nuevas como la drunkorexia, se abordan con pastillas y, generalmente, de forma exitosa. Pero la química no ha dado aún con el principio activo capaz de poner freno a la ‘tijerorexia’, por lo que los psiquiatras ignoran cómo embridar al caballo en el que galopan -camino del precipicio, según algunos- estos políticos obsesionados por la reducción alocada del déficit. En previsión de que su trastorno traiga finalmente daños irreparables para todos, los sindicatos podrían hablar con el obispo para que cada viernes, coincidiendo con las reuniones gubernamentales en San Esteban y La Moncloa, tocara a rebato la Campana de los Conjuros, en un intento de ahuyentar desde la Catedral de Murcia los impulsos ‘tijeroréxicos’. Es conocida como la campana de los conjuros porque lleva grabada la frase ‘Fugite partes adversae’ (‘¡Huid, males!’). Quién sabe si la vieja campana podría funcionar como un antídoto eficaz frente a la ‘tijerorexia’, a falta de pastillas. Nada se pierde con intentarlo.

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