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Joaquín García Cruz

Menuda política

El Real Murcia cambia la épica por el bostezo

… y héroes por mercenarios, y el alma colectiva por un negocio particular

Mi padre me llevaba a La Condomina de la mano. Socio infantil del sector B. Los asientos de cemento eran tan incómodos que nos levantábamos a poco que atisbáramos un conato de pelea o cuando un niño menos afortunado que yo se descolgaba por la pareta y, al verse descubierto por un guardia, le mostraba sus manos ensartadas en el vidrio que coronaba el recinto, buscando su compasión. El césped más bien parecía un patatal. Había domingos en los que la afición visitante nos humillaba con uno de esos cánticos legendarios del fútbol modesto: «¡Esto-no-es-un-campo-es-un-futbolín!». Si llovía, te mojabas y, si llegabas tarde, te quedabas de pie. Los resultados de Primera División se conocían a través de un rudimentario marcador de tablillas en el que un empleado del club ponía a mano: ‘Frigoríficos Kelvinator, 2-1’, que ese día significaba Barcelona-Málaga, por ejemplo, o ‘Colchones Pikolín, 0-1’, que bien podía traducirse por un triunfo del Valencia fuera de Mestalla. Todo era épico en La Condomina.
Los futbolistas eran mis héroes. Celebraban sus goles besando orgullosos el escudo de la camiseta. Ellos, la directiva y nosotros compartíamos un sentimiento de pertenencia a un club, aunque humilde y con un estadio cochambroso. Si el equipo se venía abajo, lo aupábamos a gritos, y en momentos en los que el desánimo cundía también en la grada, se veía al panadero de Archena correr por la banda de Preferente y desgañitarse agitando los brazos para recordarnos la obligación que teníamos de defender el honor de los grana. El panadero de Archena era también mi héroe.
Los presidentes se jugaban su prestigio en una sociedad de la que formaban parte . Siempre los veías sentados en el palco, con un indisimulado aire de grandeza. A ninguno se le permitió un pelotazo, y hubo incluso quien se arruinó por salvar al club. Hasta eso era épico en aquel Real Murcia, al que Hacienda, la Seguridad Social y los políticos no dispensaron la condescendencia con que ahora tratan al fútbol. Pese a tantas adversidades, La Condomina vio florecer una cantera propia de los grandes, un filial puntero en la categoría inferior y un equipo juvenil que ganaba títulos nacionales.
Bajo la égida autoritaria de Samper, el Real Murcia ha cambiado aquel estadio provinciano por otro de ‘Champions’, pero también ha cambiado héroes por mercenarios, el alma colectiva por un negocio particular, la historia por el abismo, la épica por el bostezo.

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