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Joaquín García Cruz

Menuda política

Por fin una buena campaña

Tenemos lo que tenemos, sol y playa, y ya quisieran muchos

 

Por fin una campaña turística que da en el clavo. Lenguas de arena fina, sombrilla, niños con aletas y cubo, chica guapa leyendo mientras se bebe un atardecer en Calblanque, bicicletas, sentimiento, hamaca, veleros, familia, paseos románticos por la orilla, ‘yogurines’ jugando a las palas en Bahía, nostalgia. Costa Cálida. Murcia. Me gusta. Después de extravagancias como el ‘no typical’, y de varias temporadas cambiando de lema y de imagen en busca de abstracciones improductivas, ‘Recupera los veranos perdidos’, que es como se llama la campaña, pone en valor lo mejor que tenemos -el sol y la playa-, porque su objetivo es captar turistas, no ahuyentarlos. De eso ya se encargarán, como cada año y con su proverbial inquina, los tabloides ingleses, que nos mantienen enfilados y se regocijan en la fiambrera, el vertido fecal, la rueda de camión, las medusas, los atascos en La Manga, la fiesta de la espuma, el pinchazo inmobiliario y los grandes botellones. Pura envidia.
La campaña se olvida del turismo cultural, (o sea, de Cartagena, que resulta de lo más visitable de la Región), ignora a La Mar de Músicas y el Cante de las Minas -pese a figurar  ya entre los festivales imprescindibles de España-, y deja fuera los balnearios y el turismo rural, si bien esto último se explica por tratarse de una campaña de verano. Y reconozcámoslo: lo que el cuerpo pide en verano a quienes viven en el interior y no tienen barco, casa en Ibiza o suegra en Benidorm es bañarse en el mar, comer con sangría y fundirle la batería al iphone haciéndole fotografías al crío recién embadurnado de crema protectora. Reconozcámoslo también: a ese turista es al que podemos traer, y no a otro, cuando el calor aprieta y la gente huye de la estepa.
La campaña podría alardear también de una red de chiringuitos en los que un camarero políglota te ofrece cuatro pescados y cuatro carnes de calidad a un precio razonable. O de un parque poblado de osos a pocos kilómetros, de un ‘Guggenheim’ en la capital, de coquetas y exclusivas urbanizaciones enclavadas entre acantilados, de un aeropuerto que no cierra a medianoche, de hoteles de cinco estrellas mimetizados con la costa al modo de ‘lodges’ keniatas, de regios casinos de juego para el esparcimiento de los rusos, de una marina respetuosa en Cope, o de ‘celebrities’ internacionales que se refugian de los paparazzi en el Mar Menor. Pero no sería entonces una campaña turística de Murcia, sino una engañifa. Tenemos lo que tenemos, sol y playa, y ya quisieran muchos.

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