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Joaquín García Cruz

Menuda política

Devuelva usted la beca

Más de mil universitarios y bachilleres de la Región están obligados a devolver su beca. La Administración no tiene ojos (ni corazón), por lo que no discrimina entre alumnos poco luminosos, absentistas recalcitrantes y damnificados de la crisis. Todos por igual recibirán una carta del Ministerio de Educación que les conmina a reintegrar el dinero que se les prestó para estudiar, so pena de ser embargados y verse instalados de por vida en un registro de morosos. Da igual si enfermaron y les faltó el aliento para terminar el curso, o si sus familias se empobrecieron de improviso en el segundo cuatrimestre. Lo que cuenta es que incumplieron su parte del contrato, porque no rindieron como el sistema esperaba de ellos. Defraudaron, aunque no menos que los políticos que ahora les reclaman la devolución de sus becas. Si a los gobernantes malos se les midiera con el mismo rasero que a los malos estudiantes, sobraría el dinero en las arcas públicas. El presidente valenciano, Alberto Fabra, se comprometió a rebajar el sueldo de los altos cargos de la Generalitat -empezando por el suyo-, en el caso de que no consiguiera alcanzar el objetivo de déficit al término de 2012. Dicho y hecho: se acaban de rebanar la soldada, ante la evidencia de que Valencia terminó el año en lo más alto de las comunidades incumplidoras. Esta penitencia salarial encierra una gran fuerza simbólica, pese a ser de menor cuantía. Estaría bien que cundiera el ejemplo, que pudiéramos exigir a los políticos la consumación de los objetivos e instarles a devolver la ‘beca’ si suspenden en su empeño, como ellos hacen con los estudiantes incapaces. Pero no se les puede mandar una carta intimidatoria. Estamos al albur de su voluntad, de gestos infrecuentes como el de Fabra, y de faroles como el que Luis De Guindos se tiró el otro día en Luxemburgo, cuando apeló a la austeridad de la clase política: «Debemos ser prudentes en nuestras remuneraciones», declaró el ministro ante la prensa, al tiempo que sacaba un ‘tupper’ de croquetas para almorzar, sin duda para predicar con el ejemplo. Con un par. ¿Alguien se imagina que se le obligara a devolver sus croquetas si regresara del Eurogrupo con una mala nota?

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