Valcárcel tiene ensimismado al personal con su pito pito, gorgorito, aquel divertimento infantil con el que los mayores nos engatusaban estirando las sílabas de la cancioncilla tanto como convenía. Pedro Antonio Sánchez o Juan Carlos Ruiz, Juan Carlos Ruiz o Pedro Antonio Sánchez. El dedo de Valcárcel señalará al final quién se queda dentro y quién sale fuera, como en el juego, pero después habrá preguntas de calado que hacerle al ganador. Éstas, por ejemplo:
1. Qué hará con el Gobierno. El sucesor querrá, legítimamente, encabezar la candidatura del PP en las autonómicas de 2015, a las que deberá llegar con ímpetu y personalidad. La levedad del Gabinete actual sería una rémora para su propósito, amén de que mantenerlo le haría parecer una prolongación de Valcárcel y transmitiría la sensación de un viaje a ninguna parte. La remoción de la mayoría de los consejeros, y la formación de un equipo propio, sería una decisión natural.
2. Qué hará con el perdedor. El abrazo en el que uno y otro se fundirán cuando el ‘pito pito’ acabe no podrá ocultar su mala relación personal. Habrán quedado pelos en la gatera, más gruesos cuanto más se alargue el pulso, y el ganador podría verse tentado a propiciar la postergación de su adversario.
3. Qué hará con el déficit. Murcia arrastra un déficit del 2,3% (el más abultado de todas las comunidades), un lastre que estrangula el crecimiento del PIB regional. Dejarlo engordar sería una irresponsabilidad, y atajarlo exige recortar 200 millones de las exangües cuentas autonómicas; es decir, la imposición de sacrificios adicionales a una población ante la que el sucesor de Valcárcel comparecerá pocos meses después para pedirle el voto. Gran dilema.
4. Qué hará con Valcárcel. El PP estrenará un régimen de bicefalia que resulta extraño a su cultura e inédito en Murcia. Valcárcel prevé seguir al frente del PP hasta el congreso de 2016, pero Bruselas queda muy lejos y no podrá manejar desde allí todos los hilos. Ni tendrá el poder que dan los presupuestos. El sucesor estará obligado a marcar una impronta propia a su mandato, y eso le llevará, necesariamente, a desmarcarse de Valcárcel. Podría haber fricciones entre Gobierno y partido, como las que provocaron desde el PSOE la caída del presidente socialista Collado. No parece un disparate conjeturar que el día del relevo en San Esteban establecerá el final del valcarcismo.
5. Qué hará con la Región. Con qué políticas nuevas conseguirá que Murcia deje de ser una cenicienta para los gobiernos de Madrid, una comunidad dócil incapaz de rebelarse. Ésta es la pregunta más difícil para el sucesor que salga airoso del pito pito, gorgorito.