La Región queda en manos de un triunvirato político con 64 años de edad media
A este paso, las juventudes políticas se verán confinadas por sus mayores en los fuegos de campamento, sin otra expectativa que la de colorear candidaturas electorales. Los veinteañeros de hoy están condenados a correr la misma suerte que sus hermanos mayores: convertirse en otra generación perdida. Soportan una tasa de paro superior al 60%, lo que reduce sus esperanzas laborales a poner copas los fines de semana, y ahora también se les cierra el paso a la política. Cuando Valcárcel (59 años) deje en los próximos días la presidencia de Murcia, las referencias regionales más visibles estarán encarnadas por dos hombres sexagenarios, ambos de bonhomía probada: Alberto Garre (62 años), al timón del barco, y Rafael González Tovar (61), apostado en las baterías de costa; los dos, batallando como si fueran críos con tirachinas pero con el tensiómetro en el petate. La edad media sube hasta los 64 tacos si se completa el triunvirato con el presidente de la Asamblea Regional, Francisco Celdrán (70), a quien hay que meter en esta cuenta porque es la segunda autoridad de la Comunidad Autónoma. Los sesenta parecen la mejor etapa para disfrutar de los nietos y de los viajes, más que para seguir bregando. Sociólogos y politólogos pregonan una y otra vez la conveniencia de renovar a las élites y dar cancha a la gente joven, pero no hay tutía. Da la impresión de que la tercera edad se sucede a sí misma, con un brío inusitado, y de que, por debajo de los cuarenta, todo el mundo es ‘nini’ y nadie reúne la cualificación necesaria para escalar hasta la cima desde la que la gerontocracia divisa complaciente su reino. Esta predominancia no es además exclusiva de la política. No en Murcia, donde el fenómeno se extiende a la práctica totalidad de los ámbitos sociales. El presidente de los empresarios del metal, Juan Antonio Muñoz (71 años) aspira a la reelección para otro mandato, después de ocho años de sacrificio, y José Antonio Cobacho (60) cederá su birrete negro al ganador de una lucha por el rectorado de la UMU en la que pugnan cuatro candidatos que presentan una edad media de 54 años. Todos ellos pertenecen a la ‘generación sandwich’, la de los ‘baby boomers’, que vivieron una infancia obediente, una juventud rebelde y una madurez desubicada, y que ahora taponan a los cuarentones con su contagiosa vocación de servicio público. Adolfo Suárez pilotó la Transición a los 43 años -un momento de la vida en el que ya se tiene el bagaje suficiente y aún sobran las fuerzas-, y dimitió a los 49, pero tampoco en esto la clase política está, a lo que se ve, por la labor de seguir su ejemplo.