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Joaquín García Cruz

Menuda política

El político que nunca se daría a la fuga

Todos sabemos que Esperanza Aguirre habría dormido en el calabozo de no ser por su raigambre altanera, la misma que los ‘cacicuchos’ de otra época descerrajaban al guardia actuante: «¡Usted no sabe con quién está hablando!». Alberto Garre es la antítesis de Esperanza Aguirre, aunque los dos se escoran a la derecha para mirar el mundo. Garre jamás se daría a la fuga ante un motorista. Pertenece a una generación que se forjó en unos valores cuya sola mención hoy evoca ranciedad: honradez, orden, trabajo, importancia de la palabra dada, austeridad, humildad. A Garre no podemos concederle los cien días de cortesía que se acostumbra a regalar al gobernante recién llegado, porque la Región no los tiene ya; no le queda ni un día que perder, tras lo mucho que se ha sesteado. Pero su discurso de investidura sí merece un voto de confianza. «Menos moqueta y más calle» suena a música celestial, igual que su alegato contra la corrupción, que promete no tolerar ni con el silencio. Deberíamos juzgarlo más por el fondo que por la forma, fijarnos con mayor atención en lo que propuso -y en lo que olvidó proponer-, y exigirle resultados tangibles a la vuelta de la esquina. Pero cuánto ganaríamos si Garre fuera capaz de aplicar en la gestión pública las consignas que le inculcaron de niño y de las que ayer presumió en la Asamblea Regional. Con qué poco nos conformamos.

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