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Joaquín García Cruz

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La suerte de Juani Méndez

Todos hemos soñado alguna vez con poner a los directores de banco en fila de a uno

Quien más, quien menos, todos hemos soñado alguna vez con poner a los directores de banco en fila de a uno y en posición de firmes, y preguntarles cuánto más nos ofrecen por un puñado de décimos de El Gordo. La fantasía no estaría completa si no les miráramos con desdén y con idéntica altivez les ordenáramos esperar sentados una respuesta. Un amigo, uno de tantos pequeños empresarios que se vieron engullidos por la crisis, confiesa que esta dulce alucinación se le repite a menudo en la cabeza desde que tuvo que bajar la persiana porque le cerraron el grifo del crédito, y que nada le haría más dichoso que saberse millonario, pero no para levantar su empresa (un empeño en el que ya ha perdido la fe y las ganas), sino para recuperar la dignidad. Da gusto ojear el periódico del 23 de diciembre, el de la lotería, que año tras año llega al quiosco cargado de historias de gente humilde que arrebata la primera página a los protagonistas habituales de la actualidad y configura una colección de sonrisas, testimonios y celebraciones que recuerda en algo a la marabunta de mendigos que se apoderan en tropel de la mansión de Viridiana en la película de Luis Buñuel. A la vecina de Mazarrón Juani Méndez le iban a cortar la luz, un día después del sorteo de Navidad, porque su penuria familiar no le daba para pagar un recibo de 130 euros, y fue sin embargo la imagen de la portada en ‘La Verdad’ de ayer, gracias a un décimo del 13437 que le había regalado su padre. Juani tenía solo una posibilidad entre 100.000 de que le tocara el Gordo, pero le tocó, así que, por una vez en su vida, la suerte le vino de cara. Los 400.000 euros de los que ahora es dueña y señora -en injusta sociedad con Hacienda- le permiten pagar su deuda con la compañía eléctrica, sacar a su hijo de los invernaderos y a su marido de la carretera, darle a alguien un corte de mangas (siempre hay alguien a quien darle un corte de mangas) y recuperar la dignidad, que quizá creía perdida para el resto de sus días.

Espero que este año no le haya tocado otra vez la lotería a Fabra, y que en los próximos meses no sepamos de ningún otro político que atribuye al bombo de Navidad, o a una herencia inverosímil, la fortuna cuyo origen no podría acreditar de otra forma. Vecinos anónimos como Juani Méndez y tantos otros con problemas para pagar la luz, esos que cada año pueblan felices el periódico del 23 de diciembre, se lo merecen más, aunque jueguen menos.

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