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Joaquín García Cruz

Menuda política

¿Prohibimos también el piropo?

Una vocal del Poder Judicial sugiere erradicarlo, «aunque sea bonito y agradable»

 

Ángeles Carmona, la presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica y de Género en el Consejo General del Poder Judicial, es una mujer guapa, y confío en que no me abra diligencias por decirlo alto y claro. Ángeles Carmona sugiere que el piropo sea erradicado por creer que constituye una violación de la intimidad de la mujer (¿y del hombre qué?), aun en los casos de mayor finura y delicadeza verbal. Me preocupa que un globo sonda como éste, lanzado desde las alturas judiciales, pueda desatar la pulsión prohibicionista del Gobierno, de tal suerte que se confine al piropo en el Código Penal invocando el sacrosanto nombre de lo políticamente correcto. Qué disparate tan grande sería proscribir el galanteo -que no la grosería-, y cuánto disgustaría al mismísimo Dante Alighieri, precursor de las ternuras literarias que dieron origen en el siglo XIII a todo un movimiento poético, ‘Il Dolce Stil Nuovo’ (Dulce Estilo Nuevo), en el que los trovadores del momento amasaban espontaneidad y excelencia retórica para alumbrar un hermoso retablo de lisonjas que plasmaban en unas cuartillas, arrojaban al balcón de sus amadas o dejaban caer al paso de una moza bella. La palabra piropo significa en griego fuego rojo (‘pyropus’), y fue utilizada por los romanos para denominar los rubíes más valiosos que regalaban a la mujer cortejada, pero quienes carecían de dinero para comprar una piedra preciosa sustituían ésta por requiebros que enamoraban igualmente a las pretendidas. ¿Cómo puede instarse a proscribir algo así desde el Poder Judicial y desde el Gobierno, en lugar de emplearse a fondo para atajar las verdaderas agresiones machistas, aquellas que llevan aparejados el maltrato y el asesinato? El piropo no es exclusivo de España, aunque forme parte de su chismografía y de su literatura romántica, y tampoco es algo que utilicen solo y siempre de forma chabacana los albañiles entre porrón y porrón. Sostiene Ángeles Carmona que en El Cairo y otras ciudades las mujeres van con auriculares y tapones, «para no escuchar los comentarios de este tipo» y que, «aunque los piropos sean bonitos, buenos y agradables, deben ser erradicados». Más de acuerdo estoy con Carmen Posadas -guapa también-, a la que un cubano arrojó palabras galantes cuando paseaba por El Malecón de La Habana, y con ello la hizo sentirse tan feliz, según cuenta en su blog, que se fue a escribir un artículo (‘¡Un piropo, por favor!’) que rezuma elegancia y cordura, a diferencia de la bobería que propone Ángeles Carmona.

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