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Joaquín García Cruz

Menuda política

Zancadillas en el PP

La batalla se libra educadamente, por debajo de la mesa y en grupos de Whatsapp

 

Son ya numerosas las evidencias de que las banderías han colonizado el PP regional igual que la carcoma anida en la madera, sabido es con qué resultado. Existe un riesgo cierto de desmembramiento, impensable hace apenas un año en una organización que desde 1995 funcionó siempre como una máquina perfectamente engrasada para ganar elecciones y que exhibía un liderazgo incuestionable y reconocido socialmente. Quizá por eso Valcárcel se apresuró el domingo, al término de la Convención Nacional y por encima de otros mensajes de más hondura, a destacar la unidad del partido, consciente de la división que en realidad le aqueja y del dolor que una herencia mal gestionada puede causar en el seno familiar llegado el momento del reparto. La chismografía, la descalificación gratuita y hasta la maledicencia -a veces, también el golpe bajo- están a la orden del día entre algunos dirigentes populares, aunque es una batalla intensa que se libra educadamente, por debajo de la mesa y en grupos cerrados de whatsapp, y que encuentra su lógica en el agotamiento propio de una larga caminata y en la seguridad de que esta vez no habrá canonjías para todos. El PP ha cambiado su liderazgo de antes por una bicefalia que se le indigesta por días, y quienes parecían llamados meses atrás a encabezar sus candidaturas -en la Comunidad Autónoma, en Murcia, en Cartagena- son hoy rehenes de procesos judiciales cuyos tiempos no está en sus manos administrar, por lo que lo más probable es que el partido se vea forzado a echar mano de un banquillo exiguo y sin figuras descollantes, a pedir en Madrid el desembarco urgente de algún paracaidista con denominación de origen o a improvisar ocurrencias de dudosa garantía. Difícil panorama de cara a una campaña que afrontará esta vez sin el señuelo de los trasvases, con fiascos sonoros como el aeropuerto de Corvera, el lastre de un déficit gigantesco y la sombra de la corrupción planeando implacable sobre los mítines de sus adversarios. Éste es el legado de Valcárcel, que no supo hacer un buen testamento político antes de coger el avión a Bruselas. Aquella falta de previsión explica el estado de nerviosismo en que el PP regional está sumido, y ayuda a entender las murmuraciones, los codazos y las zancadillas consiguientes, en una deriva que inevitablemente recuerda al proceso de descomposición interna en que cayó el PSRM-PSOE en los años noventa y terminó por mandarlo a la oposición.

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